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Si Cristo nació en un pesebre, donde menos se espera salta la liebre. Un vigilante de sala de museo, un historiador de arte, TikTok y la pandemia reunidos por el azar, destino, como se quiera llamar, dispararon al polvo cósmico, como diría el personaje en cuestión, obras de arte al mundo entero, después de 200 años de habitar sus salas.
Me explico: el Museo del Prado de Madrid, ese templo que salvó cientos de obras de arte destinadas a desaparecer bajo las bombas de la Segunda Guerra Mundial al no participar España en el conflicto convirtiéndolo en el Museo de Museos en Europa.
Sigo mis historias. Bernardo Pajares trabajaba como vigilante de salas, encantado al observar ese mundo variopinto de visitantes; algunos, sin idea de lo que ven, preguntando por Sorolla, El jardín de las delicias, Las tres Gracias de Rubens, impidiendo que un niño cruce la línea y se acerque mucho a una obra, aprendiendo, asistiendo a todas las conferencias, empapándose de arte.
Javier Sanz, historiador y magíster en patrimonio, conservador de obras, conoce a Bernardo y cuando llega la pandemia y el Prado queda desierto y silencioso se inventan Arte compacto, pódcast por TikTok, esparciendo cultura y actualizando la voz del museo al mundo, llegando a los jóvenes que jamás habían pisado un museo, ganándose el premio Webby, equivalente al Óscar de internet como la mejor iniciativa mundial de arte y cultura. Ahora también en Instagram todos los días 10 minutos en directo.
Acaban de publicar su primer libro “al alimón”, titulado Pasiones creativas. Diez historias de artistas, diez obras de arte inspiradas en las pasiones prohibidas, desafiantes, los desamores y los celos de sus autores, frutos de esa fuerza irracional que es el amor o el odio, esa fuerza misteriosa que mueve al mundo, motor de guerras, acuerdos, poder, vida y muerte.
Por sus páginas desfilan Edward Hopper y Josephine Nivison, la turbulenta vida sexual de Bacon, la pasión desenfrenada de Peter Hujar y David Wojnarowicz en medio del sida y sus muertes, Dora Maar y Picasso.
Un libro apasionante como sus historias y la misma historia de Bernardo y Juanra, casados y enamorados, que nos llevan de la mano para compartirnos esos secretos que habitan los corazones de grandes artistas y comprender mejor sus obras. Entender sus soledades, sus brochazos grotescos, sus colores y temas. Personajes y sus sombras. Hombres y mujeres, sus secretos y dolores. Bien por Bernardo y Juanra, con descubrirnos esos secretos: tríos, traiciones y líos que construyen y dan sentido a lienzos muchas veces difíciles de entender. Vale la pena conocerlos, secretos de alcoba y callejones oscuros.
Recuerdo cuando tenía en televisión un segmento titulado Una mujer, una historia… en la que semanalmente comentaba la vida de una de ellas, más allá del mito que encarnaban. Me fascinaba escudriñar e investigar. María Callas, Edith Piaf, Madame Curie, Simone de Beauvoir, más allá de sus obras, sus voces, sus descubrimientos: seres de carne y hueso. Sus amores y tristezas, ternura y furia, sin máscaras ni antifaces. Sin escenario ni telón de fondo. La única manera que conozco para entender y aceptar.
