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Desconcierto. Tristeza. Escribo estas líneas inmediatamente después de la alocución del presidente Santos.
No soy analista política. No entiendo la abstención de casi el 60 % de los ciudadanos que pudieron asistir a las urnas en este momento crucial en nuestra historia y prefirieron quedarse en sus casas indiferentes a la suerte del país.
Apoyo totalmente al presidente Juan Manuel Santos. A su equipo negociador en La Habana. Apoyo la decisión irrevocable de las Farc de dejar las armas para entrar en la contienda democrática.
No tengo la menor idea de cómo evolucionará Colombia después de que 70.000 votos decidieran el triunfo del No. Pero sé que tengo que pasar por encima de mis emociones personales y seguir apoyando la paz, que en estos momentos parece de nuevo esquiva y abstracta.
Repudio totalmente a aquellos ciudadanos que, impulsados por odios atávicos incapaces de perdonar, centrados en sus intereses económicos o políticos, salieron a las urnas a entorpecer este momento histórico de la refrendación de un acuerdo por la paz.
Siento vergüenza de patria al mirar el mapa de Colombia y constatar que aquellas regiones azotadas por la violencia fueron las que votaron por el Sí. Me refiero a Cauca, Nariño , Chocó, el Valle, la Costa Caribe y el oriente, mientras que en regiones prósperas y enraizadas en las tradiciones atávicas conservadoras ganó el No, como Antioquia, Caldas, Risaralda, Quindío...
Siento vergüenza de que mi país prefiera retroceder 70 años antes de arriesgarse a cambiar. Algunos que votaron por el No estoy segura de que sí quieren la paz, pero una paz que se ajuste a sus caprichos políticos y económicos. Y al resto, les importa un bledo que corra más sangre campesina, porque son los campesinos que volverán a sufrir las tenebrosas consecuencias si en los próximos días no se llega a un acuerdo político.
Siento vergüenza de que este plebiscito se hubiera convertido en “un triunfo político” del expresidente Uribe, según los “analistas” políticos. Ya la historia lo juzgará. Vergüenza de no haber estado a la altura en este momento histórico. De volver a repetir la historia eterna... la pugna bipartidista que nos ha costado la sangre derramada del pueblo. Esa incapacidad atávica, demente, de no mirarse hacia dentro y no querer cambiar.
Les pido perdón a todas las familias de las víctimas que Sí supieron perdonar. Les pido perdón porque de nuevo una minoría poderosa se pasó por la faja este acuerdo, y aplaude con triunfalismo esta pírrica victoria del odio, la venganza y la ambición.
Le pido a Dios que nos devuelva el sano juicio y que el presidente Santos sepa llevar con serenidad esta coyuntura histórica que nos vuelve a poner en el filo de la navaja, al borde del precipicio. O que se amarre los machos y convoque una asamblea constituyente, o lo que sea necesario para que el acuerdo se cumpla. Con esa minoría esquizofrénica del odio no se puede dialogar.
De mi parte, lo único que sé es que cuando me reponga de esta vergüenza y procese este negro capítulo que acabamos de escribir, seguiré luchando por la paz de mi país, ¡contra la ignominia que acabamos de presenciar!
