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Porque tú me interesas... Veinte años después nos volvimos a reunir. Hace veinte años éramos una parranda de seres confundidos por el consumo, con las vidas ingobernables, despojos emocionales, rotos los sueños, llenos de angustia, culpabilidad, confusión y rencores. Iniciábamos, sin saberlo, el lento y doloroso camino hacia la recuperación.
Algunos fuimos compañeros de internado. Otros ingresaron al poco tiempo. Pero se fue tejiendo una telaraña invisible entre todos, que nos convirtió en hermanos. Hermanos en el sufrimiento. Porque nos conocimos cuando estábamos estrellados contra el mundo y nuestras vidas estaban hechas pedazos. Hermanos en la alegría, por haber tenido el privilegio de conocer otra forma de vida.
En ese entonces la institución la dirigían el psicólogo Miguel Bettin y Otto Held, un terapista frentero, cuyo mayor tesoro era haber sufrido también los rigores de la adicción. Un dúo imbatible que logró hacernos sentir la derrota total, la aceptación de la enfermedad, la posibilidad de emprender un camino diferente basado en la honestidad y el servicio. Hermanos en las lágrimas, las frustraciones, la desesperanza y la visualización de una nueva luz que se iba abriendo camino en medio de las tinieblas interiores del alma.
Actualmente Bettin y Held dirigen cada uno su propio centro de rehabilitación. Consagrado cada uno a la durísima labor de reparar almas, emociones, y ayudar a recuperar la dignidad perdida y las ganas de vivir. La reunión fue donde Otto.
Muchos no nos veíamos desde entonces. Indescriptible comprobar que los milagros sí existen y que sí es posible cambiarse de andén, salir del infierno y respirar aires nuevos. Deberíamos estar todos muertos, en la cárcel o locos. Ese era nuestro destino cuando nos conocimos. No sabíamos que teníamos otra opción.
Abrazarnos. Ver al bazuquero de El Cartucho que llegó harapiento y sin esperanza, convertido en psicólogo. El marihuanero alucinado en empresario triunfante. La mujer que llegó a dormir con las ratas en una covacha, triunfando en su empresa. El alcohólico con delirium tremens, marchando con su familia unida por los caminos de la sobriedad. Todos trabajando desde hace veinte años, veinticuatro horas de sobriedad, honestidad y servicio. Un programa de Doce Pasos, que son sugerencias espirituales para vivir mejor. Un Programa que se reduce al Hoy. Un Programa “ fácil, para mentes complejas y heridas”. Un Programa basado en amor y humildad.
Compartimos testimonios y vivencias en una gran terapia grupal. Sentimos más que nunca que pertenecíamos a una misma familia que nada ni nadie podría separar jamás.
Desgraciadamente no todos pudieron asistir. Suicidios, sobredosis, puñaladas, recaídas sin retorno, asilos mentales o cárcel les impidieron llegar. Realidades fuertes y tajantes que ninguno de nosotros, como adictos, podemos olvidar. La enfermedad existe y hace flexiones. Los grupos de apoyo son nuestra medicina. Solos no podremos nunca continuar.
Escribo estas palabras para invitar a aquellos seres que están atrapados por la enfermedad más cruel, sin distingo de raza ni edad, para que sepan que sí hay otros caminos. Que sí se puede alcanzar una vida plena y llena de luz. Que de este infierno sí hay salida. Que no existe mejor droga que un cerebro limpio de droga. Pedir ayuda es la solución.
