De pequeña, cuando me enseñaron las monjas a pupitrazo limpio y me ordenaron aprenderme de memoria las obras de misericordia, lo hice, pero con tal angustia de que me volvieran a dejar el sábado castigada por desaplicada, y a tal velocidad, que me las aprendí al revés.
Lo cual generó nuevas y más arduas reprimendas... Y hasta poner una espinita en el Sagrado Corazón de felpa roja, por irreverente... Ese Corazón al final del corredor...
Recuerdo, y todavía me da risa nerviosa como las recitaba... “Enterrar a los vivos, dar de comer al desnudo, visitar al que no sabe, dar posada a los muertos, enseñar al sediento...”, etc... Todavía no las puedo decir como son...
Pero para este año nuevo que se inicia pasado mañana me he propuesto practicarlas correctamente, a mi manera. Regalármelas a mí misma y de paso a los que quieran...
Voy a practicar, cada 24 horas, o sea sólo por hoy, lo siguiente... o por lo menos voy a intentarlo... con honestidad...
Enterrar mis rencores.
Dar posada a la ternura.
Visitarme el alma cada noche y revisar el inventario.
Enseñarme a ser tolerante... (difícil...).
Darme de comer o alimentar el espíritu con nutrientes como la amistad, y el servicio.
Darme de beber el agua de la tranquilidad y la alegría...
Vestirme de colores y carcajadas y desnudarme de rabias y depresiones.
No sé cómo me irá... Creo que por veinticuatro horas este plan es posible de llevar a cabo... Y si no las cumplo todas al tiempo y me equivoco como en el colegio, pues habrá días curiosos en los que volveré a visitar a los muertos y a darle comida al rencor o beberme vasos enteros de intolerancia y estrés...
Lo que sí cumpliré a rajatabla es el reírme a carcajadas mínimo dos veces al día, abrazar los árboles, mandarle besos a la luna, ver en cada estrella un ser querido que ya habita en ellas, agradecerle a mi poder superior cada día que me regala, seguir enamorada de cada amanecer, decir lo que siento y pienso, leer, seguir series en Netflix, creer en la paz, ver el mínimo de noticieros, disfrutar mis hijos y mis nietos, no dejarme amedrentar por demandas ni tutelas, y seguir siendo amiga de mis amigas y amigos... Y, sobre todo, no tomarme en serio.
Soy una partícula ínfima en el engranaje del universo... Soy un instante en el cosmos... Vivo el día... Me lo regalaron y no pienso desperdiciarlo.
Les deseo un 2015 chévere. No les digo “lleno de felicidad”, porque la felicidad interna se la trabaja cada uno y no se trata necesariamente de cosas materiales. Les deseo que abran su corazón a la ternura y les deseo que nos miremos de frente y nos demos la mano... No existe el “enemigo”... Lo inventamos nosotros. Pertenecemos un instante en el cosmos. ¡No lo desperdiciemos!