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¿Provocador?

Aura Lucía Mera

13 de julio de 2015 - 11:54 p. m.

Me llama la atención la controversia farisaica que ha suscitado el regalo de un Cristo crucificado en la hoz y el martillo.

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Creo que Cristo fue el primer revolucionario de la historia y, podría decir, el primer “comunista”.
 
Un hombre de pueblo, pobre, nacido, según cuentan, en un pesebre o rancho de paja, sin comadrona ni nada, calentado por los vahos del burro y el buey. No se sabe muy bien quién le cortó el cordón umbilical. Tal vez su padre José tenía un cuchillo guardado en la mochila, entre sus enseres de carpintero.
 
Un hombre que fue perseguido desde niño, pues siempre inspiró desconfianza y recelo entre los poderosos porque era un niño sabihondo, que daba respuestas inesperadas y corchaba a los sabios.
 
Un hombre que desapareció del pueblo durante muchos años y, cuando llegó envuelto en una túnica que nunca había que lavar, ni se deshilachaba enredada entre las zarzas y los espinos, empezó a recorrer aldeas y ciudades, rodeado de un combo igual de pobres, pescadores, artesanos, analfabetos, que se propusieron pasar un mensaje jamás escuchado hasta entonces: “todos somos iguales”, “amaos los unos a los otros”, “más fácil entra un camello por el ojo de una aguja que un rico en el cielo”.
 
Un hombre que, entre otras cosas, se movilizó en burro, sacó a latigazo limpio a los mercaderes del templo, se dejó lavar y besar los pies de una prostituta atractivísima que después fue su mejor amiga, caminó sobre el agua, multiplicó peces y panes, tuvo muchas mujeres amigas, lavó las llagas de los más pobres y durmió a la intemperie.
En fin, enemigo acérrimo de los usureros, de los explotadores, de los acumuladores de riqueza. Su doctrina siempre fue de igualdad, equidad, compasión, hermandad.
 
La hoz y el martillo significan las herramientas del campesino, del pueblo raso, de los artesanos, de los labriegos.
 
Curiosamente, esa “cruz comunista” fue tallada por un sacerdote jesuita comprometido con los más pobres, con el pueblo, con esos indios bolivianos abandonados a su suerte, explotados por dictadores de ultraderecha, por los “reyes del estaño”, por una oligarquía corrupta.
 
Naturalmente, este sacerdote “sacrílego y comunista” fue asesinado, ya se sabe por quiénes.
 
Son los mismos a lo largo y ancho de Latinoamérica que ahora ponen el grito en el cielo por el regalo que Evo Morales le hizo al papa Francisco.
 
Un Cristo tallado en la misma madera que la hoz y el martillo. ¿Blasfemia? ¿Pecado ? ¿Provocación? ¿Insulto al Papa?
 
Leo comentarios en los que se califica la visita de Francisco como un espaldarazo político a Correa, a Evo, a la izquierda suramericana. Nada más lejos de la realidad.
La realidad monda y lironda es que somos países donde la inequidad es salvaje, donde unos pocos atesoran todo el capital, donde los pobres y los campesinos sólo sirven para ser carne de cañón, donde la ultraderecha capitalista o neoliberalista, o como se la quiera llamar, no quiere ver la realidad.
 
Felicito a Evo Morales por este regalo. Cristo crucificado por los ricos, incrustado en la hoz y el martillo, debería convertirse en el verdadero símbolo de la paz, la reconciliación, la igualdad y la libertad.
 
Posdata: Tener un senador como José Obdulio es alcahuetear la escoria, la ordinariez, además de otras cosas. Y ni pensar en que su patrón lo sancione. ¡Así estamos!

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