Publicidad

Puerto Colombia

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
Aura Lucía Mera
07 de febrero de 2023 - 02:05 a. m.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

Barranquilla, la verdadera Puerta de Oro de Colombia, retoma su antiguo esplendor. La vía costera que la conecta desde Cartagena es un regalo visual. Ciénagas, robles florecidos en rosa, ceibas, bongos, extensas plantaciones de vende-agujas —la paja especial para techar quioscos—, un bosque seco tropical nativo. Es decir, una entrada triunfal.

Regreso después de varios años, se acerca el Carnaval y el aire festivo se respira. Pero mi tema va para otro lado. Desde que conocí Puerto Colombia me impactó. Todavía había residuos oxidados de ese muelle, uno de los más largos del mundo en su época, construido por el ingeniero cubano Francisco Javier Cisneros. 4.000 pies de longitud, como una daga entrando desafiante entre las olas gigantes hasta llegar a mar abierto para que los barcos pudieran atracar y descargar sus mercancías. Escribiendo la historia de este país durante más de 40 años, recibiendo todas las mercancías del Viejo Mundo e inmigrantes que buscaban otras tierras y otras oportunidades.

En 1936, Barranquilla decidió tener una terminal marítima en su casco urbano y llegó el puerto de Bocas de Ceniza. Puerto Colombia se convirtió en un pueblo olvidado, abandonado y arruinado. Los hoteles donde veraneaban familias de la élite se convirtieron poco a poco en fantasmas de sí mismos. Su único hechizo, esas ruinas y ese oleaje enfurecido, las mariamulatas, los carpinteros, los chupahuevos, las mirlas pardas, las tórtolas y su bosque nativo.

Regreso. Un muelle nuevo y la plaza, escenario de conciertos, artesanías y obras de arte. Un homenaje a los primeros inmigrantes, esculturas de tamaño natural convierten el espacio en un museo de arte a cielo abierto. La artista Elsa Marina Losada, “Elmar”, logró a base de cerámica, porcelana, azulejos, piedras semipreciosas y esmaltes italianos las figuras que representan esas culturas que llegaron de Asia y Europa, y que fueron fundamentales en el desarrollo y el progreso de la región. Asiáticos, árabes, judíos, italianos, franceses, alemanes, españoles, ya eternos para la memoria colectiva, homenaje artístico y único que recupera ese polo turístico, único en el mundo. Su catedral y sus edificios públicos vuelven a brillar en todo su esplendor. Un encuentro con el nuevo Puerto Colombia que sobrecoge y corta la respiración. El muelle penetra y desafía el embate de las olas que golpean y salpican, indomables, siempre nuevas.

Otro polo turístico es Bocas de Ceniza. Llegamos hasta Puerto Mocho, con sus leyendas de desaparecidos flotando, caimanes aguja y tiburones. Una playa solitaria, lanchas de pesca atracadas para siempre, las olas golpeando los arrecifes ya mezcladas con aguas dulces, una almorzadero de tablones sobre el mar, rincón salvaje todavía no profanado, futuro polo turístico. Están habilitando la carretera, ahora estrecha ―a un lado el río gigante y al otro ciénagas―, para llegar a Bocas, donde la historia de este país se funde en el mar.

Barranquilla, la Arenosa, la única. Su puente Pumarejo, su alegría contagiosa y su progreso imparable. Ese malecón que honra el río. ¡No se puede pedir más!

Conoce más

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscríbete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.