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Que se vayan todos

Aura Lucía Mera

23 de marzo de 2015 - 10:16 p. m.

La carátula de la revista Semana no puede ser más contundente: “¡VERGÜENZA!”. Y en primer plano la cara de Pretelt, que lo dice todo. El personaje en cuestión no tiene necesidad de disfrazarse.

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Pero no solo Pretelt es la vergüenza. Esa es una de las tantas puntas de icebergs por las cuales Colombia desde hace años ha pasado de agache y, como nuestra idiosincrasia grecochibcha es apática, pues los habíamos dejado flotar sin reaccionar.

Como escribió Beatriz López en su magnífica columna del viernes pasado en El País de Cali, titulada “Honor, Dignidad, Ética”, en la que hace un repaso de todos nuestros gobernantes, presidentes, magistrados, congresistas, funcionarios públicos o empresarios que se han negado rotundamente a renunciar a sus cargos, así los hayan agarrado con las manos en la masa.

Samper y Serpa durante el 8.000, Gaviria durante el apagón y la Catedral, Belisario con el Palacio en llamas, Uribe con la mayoría de sus funcionarios cuestionados, hermanos Moreno Rojas, hermanitos Nule, los Interbolsos... Y la lista sería tan larga que menor dejarla así. No solamente no renuncian, sino que gritan y aullan su inocencia...

La gran vergüenza colombiana son todas nuestras instituciones. Empezando por el Congreso donde se sientan a ganarse millones de pesos personajes de la peor calaña y reputación. No se escapa ninguna. Ni la Contraloría, la Procuraduría, la Fiscalía, las gobernaciones, alcaldías, concejos, asambleas. Todas las instituciones del Estado tienen no una manzana sino racimos de frutas podridas que contaminan todo el sistema...

Colombia se fue convirtiendo a la vista de todos en uno de los países más corruptos de América... La clase política es un asco, la empresarial, con pocas excepciones, otra cloaca de maturrangas. Y lo más vergonzoso es que nos hemos acostumbrado a que todas las trampas se convirtieran en el pan nuestro de cada día.

Si no fuera por algunos medios de comunicación que se atreven, arriesgándose a destapar entuertos y ollas podridas, ni siquiera nos enteraríamos de nada... Menos mal que todavía existe la libertad de expresión. Pero esta sola no basta.

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No sé si el presidente actual podría declarar a Colombia en estado de emergencia o excepción y cerrar Congreso, cortes, fiscalías, procuradurías, etc.. Y poder empezar de cero un nuevo país. Que se vayan. Pero que se vayan todos... Como anota Semana, el 75%de los colombianos estamos descontentos con el sistema político.

Cuando el barco se va a pique el capitán toma las riendas, arroja al mar todas las ratas y dirige la nave a puerto seguro... ¿O es que 40 millones de colombianos estamos resignados a naufragar?

PD. Mientras se aclara este lodazal, se deberían aplazar las elecciones. Porque todo pinta para peor. Ahora es el “hagámonos pasito y voto por ti”.

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