RECUERDO UN CUENTO DE LA PEqueña Lulú. Estaba con sus amigos, Anita, Toby y todo el combo en un campo de verano. Dormitorio comunal. Todos los niños en la cama. Luces apagadas. Silencio.
De pronto una vocecita pregunta –¿Quién fue?... Responde otra –¿Quién dijo quién fue? Sigue otra –¿Quién dijo quién dijo quién fue?, y así sucesivamente hasta llegar a un prolongadísimo sin respuesta al ¿Quiénfue-quiéndijoquiénfue-quiéndijoquiéndijoquiénfue?... Al buen rato, silencio total. Todos dormidos. Jamás se supo quién dijo quién fue...
Así con la crisis. Las casas, los préstamos, las hipotecas, los préstamos aumentados, el dinero flotante y virtual, las bancas de inversión subvenden a otras bancas de inversión, que subvenden a otras bancas, que subvenden... y cuando estalla la burbuja en millones de pedazos, nadie supo nunca Quién Fue... El gurú Greenspan (pan-verde), fuera del cual no había salvación, pide disculpas y se “conmociona por su equivocación parcial”... Nunca se le pasó por la mente que “esa falta de regulación voluntaria de las instituciones financieras provocaran el derrumbe del dominó...”.
Las crisis no son nuevas. Son tan viejas como la historia de la humanidad. Nunca se sabe cuándo aparecen, y jamás hay culpables. Ya lo dijo Moisés cuando arrebatado de la ira tiró al suelo las Tablas de la Ley porque su pueblo amado y prometido no le paraba bolas y prefería adorar y ensalzar al becerro de oro. Ya en pleno siglo XVII el propio Rembrandt, víctima de una fortuna muy bien ganada a base de pintar y pintar y pintar cuadros maravillosos, compró una mansión a deuda barata, inició una vida fastuosa, enviudó, se casó con la niñera de su hijo, luego la sacó por la ventana y se volvió a casar... y de repente la burbuja en la que vivía estalló por una crisis de esas, se vio en bancarrota, perdió la casa, las mujeres, los lujos y tuvo que aguantarse que sus dos hijos lo mantuvieran al final. Ya Jesús montaba en cólera y enfrentaba a latigazos a los mercaderes que se metían al Templo Sagrado a vender chucherías. Ya habían dicho las Escrituras que los ricos tienen que pasar por el ojo de una aguja a un camello si quieren entrar al cielo (me imagino que la aguja es La Crisis que los lleva a la bancarrota y se vuelven normalitos y del montón). Pero nadie aprende. Nunca se aprende. Desde las Plagas de Egipto hasta nuestros días hemos oscilado en el péndulo del azar. Y todo por la ambición desmedida. Porque nunca es suficiente. Porque a mayor fortuna, mayor deseo de más fortuna. Porque ni siquiera el cielo es el límite. Y así seguiremos hasta que los comunistas, que son los responsables del cambio climático según el ex presidente de gobierno español José María Aznar, acaben con el planeta y nos convirtamos en agua y polvo, mezcladitos de inundaciones y sequías, para terminar la historia de las crisis que tanto han hecho tambalear a la humanidad.
Propongo retornar a la era del trueque. Yo te doy una lechuga, tú me das un trozo de pan. Yo te regalo una gallina, tú me regalas una papaya. Mi vaca por tu cabra, y mi saya por tu mantón. Así nadie acumula nada y el péndulo no tiene para dónde moverse. No habrían casas desocupadas, ni hipotecas basura, ni estremecimiento de huesos, ni arcas vacías, ni caras largas, ni desempleados. La tela alcanzaría para cubrirnos a todos y disfrutaríamos la naturaleza, el viento, el agua, la música, el amor, la amistad mucho más... ¿Quién fue? ¿Quién dijo quién fue? Como el viejo refrán... “Tanto frotó el diablo a su hijo, hasta que al fin lo dejó tuerto...”.