Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Llega a mis manos el libro del reconocido periodista y escritor Ecchehomo Cetina El hombre que fue un pueblo, una nueva lectura sobre el caudillo Jorge Eliécer Gaitán en forma novelada, pero fruto de exhaustiva investigación, con pormenores de su infancia triste y atormentada, ambiciones, contradicciones de su personalidad, luchas internas, resentimientos, frustraciones, victorias.
Es un libro que nos cuenta de su amor ilimitado por su única hija, Gloria Amparo; por su madre Manuela, docente, consejera, refugio, confidente y guía en los momentos más duros de soledad y desencanto, vertical de pensamiento, inquebrantable ante el sufrimiento, y por su esposa, Amparo Jaramillo, compañera de todas sus horas, consejera y visionaria.
Sus casi 400 páginas agarran y van in crescendo, metiéndonos de lleno en el vértigo de esos años que cambiaron para siempre el país, desenmascarando toda la podredumbre política que nos envuelve desde el siglo XIX, de la cual no hemos podido salir, con la maestría de quien pela una cebolla capa por capa, desnudando la trágica historia que nos envuelve con un manto espeso desde el comienzo de la República.
Vemos más de 200 años de castas que se turnan el poder. Que se traicionan periódicamente para después intercambiarse favores. Que desatan masacres que desembocan en los ríos sangrientos y las fosas comunes olvidadas. Más de 200 años en los que el ajedrez demoniaco de la política mueve las mismas fichas, en las que lo único que cambian son los nombres, jamás el juego, ni los diabólicos intereses privados, único motor de nuestra historia.
Gaitán, en su Marcha del Silencio, demostró que era el líder absoluto del país que quería y necesitaba un cambio drástico. Esa fue su verdadera victoria. Esa noche selló su condena. El 9 de abril fue la consumación de lo ya acordado.
Colombia amputó de un tajo su futuro. Siguió en las mismas y con los mismos, sin proyectar siquiera otro líder que se le acerque para salir del eterno y fétido círculo vicioso en que nos seguimos moviendo.
Los actuales líderes de “izquierda”, u “opositores”, son un remedo caricaturesco y mediocre que se revuelca en sus propios intereses. El Polo, que en algún momento se vislumbró como una esperanza, en este momento produce asco. Los Petros, las Claras, son la muestra más fehaciente.
Liberales y conservadores amarrados en la trinca de jamás soltar el poder. Exponentes vergonzosos de un país que tendría que volver a inventarse para que lograra un futuro diferente.
No sé si Gaitán hubiera sido un buen gobernante o no. No le dieron la oportunidad. Pero sí creo, sin temor a equivocarme, que nos hubiéramos ahorrado cientos de miles de muertos, guerrillas absurdas, falsos positivos, paramilitares, etc.
Para Gaitán lo más importante era la dignidad y la vida del pueblo colombiano. ¡Jamás lo hubiera utilizado como carne de cañón para proteger las mismas castas y los mismos intereses corruptos que siguen tan campantes!
¿Quién mató a Gaitán? ¿Quién mató a Mamatoco? ¿De verdad existe un propósito de paz? ¿Cuál será el próximo traicionado?
