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COMO EN LA CANCIÓN DE EL CARTEL... “mama siempre me decía ratón y queso amigos son... no te confíes de nadie que el más amigo te da traición...”.
Amigos fueron Yidis y Teodolindo, Sabas y Minprotección, el queso se iba a repartir... todos calladitos y todos tan contentos... pero no se sabe muy bien qué pasó, a Yidis le quedó faltando queso, a Teodolindo se lo dejaron podrir, y las mejores tajadas quedaron en manos de los ratones más avispados... Más que el escándalo que le han armado a este cohecho, lo que indigna es que unos andan en la cárcel, empujados de un sitio para otro, manoseados y lapidados y otros siguen atornillados en sus puestos, con más cara que un elefante con paperas...
Si mal no estoy, los cohechos, las roscas, las prebendas, las promesas y los amarres electorales siempre han existido, no sólo en Colombia sino en todo país que se respete, sea democrático, de facto o seudodemocracias, desde Adán y Eva... en el paraíso era más fácil pues primero era uno, luego dos, luego cuatro, de los que quedaron tres... Lo que se llama en el argot taurino, cada torero con su cuadrilla... y si el mozo de espadas la embarra, o el torero se pone alzadito de tono, pues los empresarios los volean y desaparecen. Así de simple. O el queso se reparte en silencio y equitativamente, o los ratones que mandan sacan del juego a los más feos, los más pueblerinos y los más acuscambados. A ojo sacado no hay Santa Lucía que valga .
O somos tan ingenuos que todavía creemos que los “votantes”, léase promotores, gamonales, jefes de partidos, voceros, simplemente votan por el que mejor consideren para gobernar su terruño sin exigir nada en cambio... a otro perro con ese hueso. Los roscogramas son inherentes a la condición humana, y en el ejercicio de la política se destacan mucho más . “Yo te elijo, tú me das”, es el acuerdo tácito, y funciona a las maravillas mientras no falle alguna promesa, mientras no se cumpla lo prometido en el fragor de la batalla electoral. De eso han vivido miles de colombianos desde Cristóbal Colón, y ninguno quiere salir de la masa del donut, rosca, círculo o como se le quiera llamar.
Otra cosa más patética es ver cómo funcionarios públicos de alto nivel, embajadores, ministros, directores de instituciones, fiscales regionales y generales, congresistas, se atornillan a sus puestos con pegante permanente y pase lo que pase no tienen la menor intención de renunciar. Renunciar es una palabra que no existe en el léxico ético-político de nuestro país. Patalean, justifican, dan explicaciones absurdas, se defienden a patada limpia, pero no renuncian. En cualquier otro país del tercer o primer mundo por menos causas estos funcionarios dejan sus cargos inmediatamente, así a la postre salgan limpios de toda imputación. Aquí no. Pase lo que pase, los funcionarios no se van. Están, repito, atornillados. Les importa un rábano el daño que hacen a las instituciones que representan. El jabón Pilatos se lo reparten para lavarse las manos y todo lo demás.
No renunció Samper. No renunció Fernandito. No renunció Serpa. No renunció Luis Camilo. No renunció el ex embajador de Chile. No renunció el ex-DAS... Aquí me nombran y aquí me quedo, es la consigna. Lamentable que Minprotección, Mintransporte, Pretelt, y todos los demás cuestionados, untados o no, sigan ocupando sus cargos, ante el desconcierto y el asco de los ciudadanos del común, y ante el nomeimportismo de deshuesar todavía más nuestro ya frágil y extraño sistema constitucional. ¿Existirá la palabra dignidad en el vocabulario político? Cada vez lo dudo más.
