Sálvate, la vida te espera

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Aura Lucía Mera
07 de febrero de 2017 - 02:00 a. m.
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“He nacido dos veces. La primera vez no estaba allí. Mi cuerpo vino al mundo el 26 de julio de 1937 en Burdeos. Mi segundo nacimiento está grabado en mi memoria. Un noche fui arrestado por unos hombres armados que rodeaban mi cama. Venían a buscarme para matarme. Mi historia nace aquella noche. Tenia seis años”.

“Si le dejan vivir, no le diremos que es judío... de modo que esos hombres no querían que yo viviera”.

Así comienza Sálvate, la vida te espera, uno de los libros más impactantes que he leído últimamente. Su autor, Boris Cyrulnik, francés judío de origen ruso, neuropsiquatra especializado en ahondar en el estudio de traumas infantiles, nos cuenta su vida sin tapujos, sin autoconmiseración, sin máscaras, para enseñarnos la capacidad de resiliencia que tenemos como seres humanos para sobrevivir la barbarie de infancias destrozadas desde su mismo origen.

“Cuando uno es pequeño, ¿puede ser fuerte a pesar de todo? Gracias a observar las hormigas empecé mi formación como formulador de preguntas y descubrí que a veces el mundo está encantado”.

“La historia de la mujer de Lot me sirvió de estrategia durante buena parte de mi vida. Adelante, no te vuelvas, no pienses más en tu pasado, de él sólo sacarás lágrimas. Adelante”.

“El peso de la memoria colorea el presente. Cuando se sale de una agonía de varios años, no se puede empezar a dar brincos de inmediato. Se necesita tiempo para volver a aceptar la llegada de la felicidad”.

“La mirada de los otros acababa de hacerme judío. Comprendí que en mi origen había un enigma trágico y apasionante”. “Para ser castigados de manera tan terrible tus padres debieron cometer grandes pecados”. “Mejor callarse. Las interpretaciones de los otros me daban a entender que no era como los demás. Tenía que callar para parecer normal, aunque callando no me sentía normal”.

“Para mí no se trata de elegir entre perdonar o castigar, sino entre comprender para ganar un poco de libertad o someterse a otra para experimentar la felicidad en la esclavitud. Odiar es permanecer prisionero del pasado. Para superarlo es preferible comprender que perdonar”.

Boris Cyrulnik nos cuenta, paso a paso, cómo fue juntando el rompecabezas de su memoria, su infancia repartida entre “dos mamás” y casas de acogida, su capacidad de sentir instantes de alegría en medio de situaciones estremecedoras, su propósito de callar y finalmente la libertad de poder expresar todo, analizarlo e investigar cómo los retazos de memoria, fantasías, negaciones, dolores y terrores fueron las herramientas para no solo sobrevivir, sino llegar a ser uno de los neuropsiquiatras más reconocidos del mundo.

“Tiene el valor de mirarse a si mismo como objeto de estudio, acorralando sus recuerdos, algunos reales, otros enriquecidos inconscientemente, para dar coherencia a lo impensable, para poder sobrevivir”.

Sin embargo, como leo en la contraportada del libro, “los comentarios sobre el libro de Cyrlunik no aportan nada”. Hay que leerlo. ¡Absolutamente!

Posdata: Desafortunadamente su conversatorio, uno de los platos fuertes del Hay Festival de Cartagena, pasó de agache debido a la ineptitud, ignorancia y desconocimiento del tema de su moderadora. Menos mal pudimos escucharlo en otras sesiones. Recomiendo también dos de sus libros: Los patitos feos y Las almas heridas. No son “autoayuda”, ese género prostituido y falaz. ¡Son verdaderas herramientas para explorar nuestros espacios interiores!

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