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Se alborota el avispero

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Aura Lucía Mera
27 de julio de 2010 - 03:05 a. m.
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CREO QUE LA MAYORÍA DE LOS COlombianos estamos ansiando que llegue rápido el 7 de agosto.

Como cuando se acercaba la fecha de la primera comunión y cantábamos ansiosos “Ya llegó la feechaaa dulce y biendecidaaa... va a ser la mañana bella de mi vidaa...”. Se contaban los días y las horas, se acercaba el día en que, como por arte de magia, Jesús entraría en nuestras almas y todo, desde ese día mágico, cambiaría en nuestras vidas.

Y lo digo, no porque creamos, o por lo menos yo, que todo cambiará de la noche a la mañana, sino porque estamos, hartos, de arriba abajo, de estas vísperas caóticas, en que todo se está revolviendo, salpicando, confundiendo. Lo que creíamos sería un cambio de gobierno civilizado y digno —al fin y al cabo el presidente electo era del riñón del saliente, el elegido, el ungido—, se convirtió, por arte de birlibirloque en un galimatías y en una confusión que no tiene pies ni cabeza.

Uribe patalea como niño que le van a quitar el chupete . Parece atacado de peste de rabia. Lanza frases hirientes, despectivas, incoherentes, a diestra y siniestra. Pareciera que cada nombramiento o decisión del futuro presidente le cayera como una patada a hígado inflamado. Su ego lo tiene sumergido en una mortaja. No se visualiza entregando su bastón de mando, ese que pensó que jamás tendría que entregar. No se resigna a volver a ser un ciudadano de everfit, común y corriente, del montón, como somos los cuarenta  millones de habitantes de este país. Ya no sólo se refiere a los tres huevitos y señala de babosas las decisiones que le son ajenas, sino que, paralelamente, crecen los señalamientos y escándalos que durante ocho años se mantuvieron amordazados y tapaditos como las heces del gato.

Escándalos que se crecen como fantasmas amenazadores en noches de brujas y acorralan cada vez más al saliente Jefe de Estado: las chuzadas del DAS, los cohechos, las actuaciones soterradas y torcidas de altos funcionarios, el aumento de fosas comunes con cadáveres de falsos positivos, los entuertos de las famosas bases norteamericanas, el afán por adjudicar a Planeta el tercer canal de la TV, los contratos de última hora adjudicados por Mintransporte, escándalos que le tienen incómodo, iracundo y atemorizado.

Sus defensas se derrumban poco a poco como castillo de naipes. Ve pasos de animal grande y quiere impedir a toda costa que verdades de a puño y non sanctas salgan a flote y enturbien para siempre sus ocho años de mandato caudillista, en los cuales se creyó intocable. Talvez por estos hechos decidió dejarnos el mejor regalo: la ruptura de las relaciones con Venezuela. Jaque mate a Santos. “Ahí le dejo ese trompo en la uña”, pareciera ser el mensaje.

Despedida que deja un sabor amargo. De poca altura y mucha soberbia. Despedida que huele a rencor y a rabia. Despedida que deja el avispero revuelto y nos pone a contar los días, para que llegue la fecha esperada. Ojalá el 7 de agosto pudiera ser hoy. Estamos hartos. Y como dice un refrán: “Con tal de que se vaya, aunque le vaya bien...”.

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