Se me ocurre

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Aura Lucía Mera
06 de febrero de 2018 - 02:00 a. m.
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Sigo con la mente en Aracataca. Recorro de nuevo sus calles en ese bus gigante que rozaba las cuerdas de la luz y tenía que hacer verdaderos malabares para voltear una esquina. Miro desde sus ventanas las casonas originales de madera —afortunadamente han conservado algunas—, pintadas de colores, con sus techos de zinc intuyendo sus patios interiores con almendros para la sombra, corredores largos y habitaciones amplias. Repaso las de adobe, construidas por libaneses y turcos que se asentaron cerca de la United Fruit Company, convirtiendo el pueblo en un hervidero comercial. Me imagino los habitantes intercambiando trabajo por los muebles vieneses y porcelanas delicadas, vajillas lujosas.

Así es como se desvió el río para no inundar las calles cada invierno y ese permiso se canjeó por un cementerio de verdad, y los gringos se llevaban el banano mientras concedían abalorios y espejitos a los trabajadores.

Vuelvo a ver cómo serpentea feroz el tren, casi con 600 vagones que remueven varias veces al día las entrañas del pueblo, transportando ahora carbón, como anteriormente lo hiciera con bananos. Y vuelvo a sentir un frío en los huesos... esos vagones siempre serán el testimonio de la masacre; no importa cuántos muertos fueran.

Naturalmente, el recuerdo me lleva, una y otra vez, a esa pantalla gigante que plantaron en medio de la nada el Ministerio de Cultura y la Biblioteca Nacional, que hicieron posible el milagro de volver el pasado presente, para registrar en la memoria colombiana ese acontecimiento singular, único, transgresor y delirante que fue la participación de Colombia en Estocolmo para acompañar a Gabriel García Márquez.

Señal Colombia lo estrenará a todos los televidentes el 17 de abril. Pero entiendo que será una única presentación. Muchos millones de colombianos se privarán de verlo. Un trabajo de esa magnitud, profesionalidad y tiempo se esfumará en sólo 90 minutos.

Se me ocurre que sería muy importante un acuerdo entre el Ministerio y la Biblioteca Nacional, que fue la que coordinó toda la logística perfecta para ese preestreno en el corazón de Aracataca-Macondo, en el que no faltó ningún detalle, para hacer posible que el documental se difunda masivamente y sea conocido por estudiantes, jóvenes, habitantes del campo y veredas y ciudades intermedias.

Señal Colombia, de la mano del Ministerio de Cultura, antes de que termine este mandato deberían regalarle a Colombia una joya, que de otra manera se perdería, como tantas otras cosas, en los archivos que nadie vuelve a mirar.

Felicitaciones, Señal Colombia. Felicitaciones a la Biblioteca Nacional, su directora y su equipo. ¡Mantengan vivos esos momentos que marcaron un antes y un después! ¡Estoy segura de que es posible!

Posdata: me ha entrado la duda de si al dar el “saludo de la paz” en las misas es un saludo incondicional que sale del alma, o está sujeto a condiciones... el mío es incondicional. La paz no admite leguleyadas. Es un derecho a la vida. Así lo entiendo. Nadie está medio preñado, que yo sepa...

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