¿Se nos perdió el corazón?

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Aura Lucía Mera
11 de abril de 2017 - 03:00 a. m.
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La razón hace tiempo la perdimos. Basta ver los últimos acontecimientos que han sacudido el planeta para sentir el oleaje espeso de la demencia colectiva que extiende sus tentáculos por donde miremos.

Misiles. Gases químicos que matan en segundos a niños. Hombres y mujeres asesinados en iglesias. Automóviles convertidos en armas letales que arrasan peatones. Barcos de guerra cruzando los mares cargados de muerte. Miles de seres ahogados en el Mediterráneo, sin nombre ni dolientes, cuyo único delito ha sido buscar una nueva oportunidad de vida. Millones de refugiados que ningún país quiere recibir y viven como animales acorralados en condiciones infrahumanas. Organismos internacionales sin capacidad de decisión. Muros que pretenden impedir el tránsito de un país a otro. Cárceles donde el hacinamiento es el común denominador. Hospitales mentales repletos de seres abandonados. Hogares geriátricos donde los viejos se mueren de soledad y desamor. Hambrunas. Desolación.

Políticos que se muestran los dientes, se amenazan. Se saltan a garrocha las leyes y tienen armamento para acabar con la humanidad con sólo apretar un botón. El planeta agonizando por la contaminación. Los océanos envenenados com mercurio, plásticos y desechos nucleares. Animales que van desapareciendo o mutando.

El monstruo crece y se multiplica. El odio crece. Se desborda incontenible.

Algunas creencias sostienen que la humanidad salió de un incesto y un crimen. Me explico: Adán, Eva y sus hijos, Caín y Abel, eran cuatro y uno mató a su hermano con la quijada de un burro. Eva debió procrear con Abel y ahí comenzó la confusión.

¿Qué pienso? Nada. La mente en blanco. ¿Qué siento? Una tristeza infinita al recordar cómo hace unos 2.000 años llegó al mundo un hombre llamado Jesús. Llegó a revolucionar la humanidad enseñando que todos los seres éramos iguales y que lo único importante eran el amor y el perdón. No el dinero ni el poder. Sus amigos, pescadores rudos y mujeres del común, como Marta, María y Magdalena, considerada pecadora. Su mensaje de amor fue su condena. Lo crucificaron. Lo mataron a sangre fría. El mensaje de igualdad y amor era el verdadero peligro para los poderosos.

Este fin de semana millones de hombres y mujeres lo recuerdan. Recuerdan su captura, su vejación y su muerte. Celebran su resurrección, pero pocos, muy pocos, recuerdan su mensaje. Lo archivaron como se archiva un papel viejo. El amor y el perdón ya no se usan. ¡Todo indica que se nos ha perdido el corazón!

Posdata: ¿Estaremos condenados a seguir la señal de Caín? ¿O seremos capaces de volver a encontrarnos en el amor, la reconciliación, la honestidad y el perdón? ¿Nos daremos cuenta de que la salida no está hacia fuera, a punta de misiles ni armas, sino dentro de nosotros mismos, tendiéndonos la mano y mirándonos de frente como hermanos, sin distingos de raza, credo, ideología, posición económica o educación? Esta es una semana ideal, si lo deseamos, para la reflexión.

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