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Maradona se atrevió a decir lo que todos pensamos pero callamos.
Que el arbitraje del partido Colombia-Brasil fue un asco. Una vergüenza. Una porquería. Estoy de acuerdo. Eso fue.
Pero tenía que ser así. La Fifa, compuesta por una manga de lo que sabemos, y que detenta el honroso título de ser una de las entidades más corruptas del planeta, no podía permitir bajo ninguna circunstancia que Brasil, país anfitrión, que está en la mira de millones de brasileños inconformes por el derroche de dinero e irregularidades en la realización del Mundial, perdiera y saliera por la puerta trasera.
Para Brasil hubiera sido una tragedia de proporciones desconocidas. Su presidenta hubiera tenido que buscar asilo en Panamá, como cualquier coneja, o volar hacia rumbo desconocido como el Pincher Arias... Y la Fifa no podía permitir semejante despropósito.
No nos metamos mentiras. Colombia le hubiera ganado a Brasil si lo dejan llegar a penalties... Y la consigna era impedirlo a toda costa. Ospina, como arquero superior mil veces al del equipo rival, y sus goleadores mucho más certeros. Los colombianos hubieran lanzado sus dardos certeros y la victoria habría sido nuestra.
El juez español, una porquería, como dice Maradona. La Fifa, según la revista Arco, lo felicitó después del partido... El ibérico había cumplido órdenes a rajatabla. Todo estaba fríamente calculado. Y no se necesita saber mucho de fútbol para darse cuenta. Lo que pasa es que este deporte se ha convertido en un baloto de politiquerías, amañes y arreglos que hieden, sobre el que ningún comentarista se atreve a lanzar la primera piedra. Saben que los mandan al cuerno de la luna a freír espárragos y se quedan sin viajes, ni viáticos, ni micrófonos, ni na de na.
Colombia gano ese partido. Se lo robaron y punto. El profesor Pékerman debe sentir la rabia en el corazón porque también lo sabe, pero no puede decir ni pío. Tendrá que rumiar solo y digerir para sus adentros esa porquería en que se ha convertido ese deporte universal.
Pékerman seguirá formando jugadores de talla, decentes, coequiperos, apasionados. Esto es lo importante. Le envío desde esta columna mi solidaridad y mis respetos . Él sabe lo que todos sabemos. Él tiene que comer callado. Yo no.
Lo que sigue también se sabe. Brasil no puede ser eliminado. Punto. Será campeón o subcampeón.
Siento orgullo de ser colombiana. De haberme desgañitado gritando, de haber fumado como lavandera mueca, de haber sudado frío y de no haber bebido sino Cocacola light on the rocks. La Selección Colombia nos dio lecciones de hidalguía y decencia, de arrojo y pasión. Los vándalos que asesinaron merecen cadena perpetua. Pero la gran lección es que los colombianos sí podemos unirnos cuando la causa lo merece.
Ahora, unámonos todos en torno a la paz.
