Para amar hay que conocer. Continúo con el Diálogo de aguas de Baudilio y Hernando Revelo Hurtado, quienes nos revelan toda la riqueza ancestral, cultural y lingüística de ese litoral olvidado y subestimado por el resto del país.
“La fuerza incontenible de la palabra llenó el Pacífico de polirrítmicas voces indígenas, incaicas, españolas y africanas”.
Dichos, poesía, refranes que creemos españoles, africanismos, cultura inca, costumbres que practicamos, palabras pronunciadas hace mil años que llegaron a Argentina, Chile, Ecuador y Colombia, y las usamos, pronunciamos y escribimos como nuestras.
Una muestra quechua pura: acuscambado, arracacha, boquinche, carantanta, jigra, pampa, pucho, ñapa, guaricha, zapallo, minga, cucho, quiñar, chumbe, cagüinga, pite, guarapo, guaso, cununo, pampanilla, chuspa, chumado, chay… Todas rítmicas, bellas.
Y nos vamos a África: guandul, grajo, culimocho, mondongo, cumbia, tambor, bata, candonga, guateque, burundanga, ñame, tanga, candomblé, chéchere, banano, bejuco, currulao, bambuco…
Lo mismo pasa con los famosos cuentos infantiles del tío Conejo y el tío Tigre y del león, rey de la selva, que nos contaban y siguen contando para dormir.
Los alabaos, esos cantos en ceremonias fúnebres que acompañan al “que ya se fue”. En el litoral Pacífico no se vela a los niños muertos ni se hacen novenas ni se llora, porque si se hacen la criatura “no se va fácilmente”.
Guapi y Barbacoas fueron villas bañadas en oro —casas con pianos, vajillas importadas, balcones con filigrana de madera, niños que en sus zapatos llevaban hebillas de oro—, donde los blancos hicieron su agosto con el trabajo inhumano de sus esclavos. “Cuando las palmas de coco se ponen amarillas es porque hay oro abundante en sus raíces”. “El río tiene alma; si la persona no le gusta, no se deja playar y esconde el oro”. “Guapi, claridad pensativa de la luz”.
Mónica Perlaza, directora de la Biblioteca Departamental del Valle, nacida en Guapi, fue la que parió esta idea de recopilar en siete volúmenes nuestra cultura del litoral Pacífico.
Le sugiero al actual ministro de Cultura, sabio en libros y ediciones, que reedite la Colección Pacífico para todos los lectores colombianos. Hasta ahora solo se conoce en el Valle del Cauca, con una edición limitada y mal encuadernada. La que llegó a mis manos se está deshojando como si alguna maldición persiguiera al litoral Pacífico, cuna de bellezas naturales, tradiciones, historia, esplendor y abandonos.