NO CREO QUE JORGE IVÁN OSPINA, actual alcalde de Cali, tenga espíritu de asaltador del Erario, como sí lo tuvieron ediles y secretarios de administraciones pasadas
que lograron a punta de maturrangas, contratos amañados, contratos alegres e injustificables llevar a la ciudad, lenta pero inexorablemente, a un deterioro y un estancamiento sólo comparable a esos pantanos de arenas chupadizas que se van tragando en el lodo todo lo que le pasen por delante.
Llevamos más de una década de gobernantes sacados de las páginas de Ripley por sus características. Un fisiculturista enamorado de sus bíceps, un periodista populista, un ciego mañoso y ahora un médico (hay quienes afirman que jamás estudió la carrera completa) inepto y abstracto. Todos con un común denominador: cantos de sirena, promesas incumplibles, votos amarrados, sancochos regalados, mercados electoreros y manipulaciones internas e inconfesables. Duele reconocerlo.
Duele ver que Cali, que bien podría ser una de las ciudades más bellas de Latinoamérica por sus árboles frondosos, su piedemonte por donde se cuela la brisa vespertina, su río que la atraviesa otrora juguetón y cantarino, su música pegajosa, su cultura afrodescendiente llena de ritmo y alegría, su valle infinito, se dejó llevar por la narcocultura, por la indolencia, por la falta de solidaridad entre sus variopintos ciudadanos, por el dinero fácil, las prebendas, los favores comprados y la corrupción.
Lo más triste es la incapacidad de reacción. Parece que nos hubiéramos acostumbrado a seguir con la ropa sucia, rasgada, en medio del desaliño y olores inconfesables. De ciudad modelo, cívica, alegre, cultural, emprendedora, futurista, pasamos a ser un conglomerado de ciudadanos vergonzantes que nos movemos entre huecos, caos vehicular, semáforos apagados, basuras, niños sin educación, hormigueros de desempleados en los semáforos, contrabando callejero y malezas. Maicao puede ser un ejemplo de orden y civismo a nuestro lado.
Muchos se rasgarán las vestiduras ante estas afirmaciones. Los fariseos que prefieren callar y sostener que la ropa sucia se lava en casa. Lo siento, pero es desnudándonos sin pudor como podemos reconocer los males que nos aquejan. Brillan en medio de tanta oscuridad, entidades como la Cámara de Comercio, Fenalco, Fundación Carvajal, asociaciones cívicas, universidades de renombre, pero son chispitas mínimas, la mayoría de ellas impulsadas por entes o empresas privadas que no han perdido la brújula.
Pero la Administración Municipal sigue estancada, en la noria, no se vislumbra ninguna salida concreta y tajante para vivienda social, para disposición de basuras, para finalizar el MIO, para semaforizar las vías, para rellenar los huecos, para ordenar los vendedores ambulantes, para acabar con la indigencia, la inseguridad, la cultura traqueta y otras yerbas. Jorge Iván, por favor: acción. Las cuentas claras y el chocolate espeso. Guarde la retórica y los simbolismos y empiece —si lo dejan— a gobernar. Los caleños nos merecemos una ciudad digna. La que perdimos en el marasmo corrupto y queremos recuperar.