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Sorpresas que da la vida

Aura Lucía Mera
29 de noviembre de 2022 - 05:30 a. m.

Jamás he asistido a un estadio de fútbol. Cuando de pronto miro a la selección de Colombia no me dejan hablar porque pregunto cuál es la portería y no entiendo nada. Pero gracias a esta temporada me intrigué por saber de los catharrei, como los llamó Plinio el Viejo hace los años de Matusalén. Más que todo, por las noticias tan pobres y frívolas de los periódicos, las anécdotas ordinarias y la mala prensa. Curiosidad nata. Mientras rueda la pelota me meto en ese país curioso, viejísimo, pero nuevo.

El petróleo y el gas natural lo pusieron en los mapas del mundo, tiene una de las reservas de gas más grandes del planeta (qué diría Petro). Desde que se independizó de los británicos, una sola familia tiene la monarquía absoluta. Están prohibidos los partidos políticos. Jamás les interesó el fútbol y pagaron millones por fanáticos falsos que a la postre dejaron las sillas vacías.

Es uno de los países más pacíficos, según reconocimientos mundiales. No existen impuestos. El analfabetismo es prácticamente inexistente. La Ciudad de la Educación cuenta con “sucursales” de universidades como Cornell, Georgetown y Virginia Commonwealth en carreras de tecnología, medicina y artes. Todos los ciudadanos reciben educación gratuita y obligatoria desde los jardines de la primera infancia hasta terminar la secundaria. En salud es un ejemplo mundial: servicios médicos, hospitalización, ambulancias y médicos de familia que corren por cuenta del Estado. El ingreso per cápita es de los más altos del mundo y la cadena de televisión, Al Jazeera, ya la quisieran las potencias occidentales.

Es un minipaís desértico, cuya montaña más alta alcanza los 100 metros, con temperaturas absurdas en verano y una población mayoritariamente masculina que no llega a los tres millones de habitantes: solo el 15 % son cataríes y el 25 % mujeres.

País conservador, no permite el alcohol en lugares públicos, no admite la drogadicción, no acepta el homosexualismo, las mujeres violadas son consideradas adúlteras y se respetan otras religiones como el cristianismo y el hinduismo. Las mujeres pueden conducir automóvil y educarse, aunque muchas tienen un “tutor”, ya sea tío, hermano o primo. Existe la flagelación y la pena de muerte por terrorismo.

Nos escandalizamos aquí en Macondo sobre algunas de sus costumbres. Besos en la frente, tocamiento de narices, no coger la taza de café con la mano izquierda. Lo tildamos de corrupto, explotador de la mano de obra de los trabajadores, derrochador, nuevo rico. Y me pregunto: qué pensarán ellos de nosotros, país envuelto y desgarrado por la violencia desde sus orígenes; país racista, esclavista, analfabeto, con grandes carencias de salud y educación, donde los niños se mueren de hambre y a las mujeres las asesinan todos los días; país de impunidad, roscas y promesas fallidas; país desigual, violento, exportador de drogas, alcoholizado, abusador de niños.

Los occidentales nos creemos “la vaca cultural del universo”. Lo que tenemos que hacer es aprender de estas culturas milenarias, sus tradiciones. La ignorancia es atrevida y atroz. Mi admiración por Catar, así no metan el gol.

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