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EL PROFESOR ROBERT EDWARDS, PAdre de cuatro millones de niños, por haber sido el inventor de la fecundación in vitro, luego de largos años de estudio e investigación, recibió la semana pasada el Premio Nobel de Medicina.
Este suceso que cambió la historia de la humanidad y abrió la posibilidad a millares de parejas que no lograban tener hijos, aconteció en 1978 en Cambridge, Inglaterra, donde el doctor Edwards había fundado una clínica para fecundación in vitro cuando una pareja que durante ocho años consecutivos había tratado por todos los medios de tener un hijo lograron su sueño. El 25 de julio de ese año nació Louise, la primera niña probeta del mundo, quien a su turno ya es también mamá.
El Premio Nobel a este científico emocionó al mundo. Pero no a todo el mundo. El Vaticano lo censuró abiertamente, afirmando que “seleccionar a Edwards había sido algo completamente fuera de lugar”. Más aún, el presidente de la Academia Pontificia para la Vida, monseñor Ignacio Carrasco de Paula, declaró: “Sin Edwards no existirían congeladores en todo el mundo llenos de embriones que en el mejor de los casos van a ser trasladados a úteros, pero lo más probable es que sean abandonados o mueran. De ese problema es responsable el recién premiado con el Nobel”. Y hace dos años, extraigo la información de El País de Madrid del pasado martes, el mismísimo pontífice Benedicto había sentado doctrina: “La fecundación extracorpórea infringe la barrera para la tutela de la dignidad humana (...)”. Personalmente, no entiendo qué quiso decir con esto, ni qué barrera, ni qué tutela, ni qué dignidad.
Lo que sí considero totalmente fuera de lugar es que a estas alturas del paseo la Iglesia católica, que debería estar más bien preocupada por los escándalos de pederastia, abuso de menores, matrimonios clandestinos de sus curas y otras perlas, además de sus políticas cavernarias casi de la época de la Inquisición, se pronuncie en esta forma, cuando lo que ha logrado el doctor Roberts, quien por cierto no se ha querido pronunciar al respecto y anda mal de salud, es uno de los mayores triunfos de la ciencia, en pro de la vida, en pro de la felicidad de cientos y cientos de parejas que al fin pudieron tener una familia.
Increíble que esta técnica de fecundación in vitro todavía despierte resistencia en los sectores más conservadores y puritanos de la humanidad. Como pregunta un correo que recibí hace unos días: “¿Qué piensa la Iglesia del coitus interruptus en que literalmente quedan en el colchón millones de seres humanos? ¿Qué opina sobre el onanismo o vicio solitario en que sucede lo mismo? ¿Acaso entonces los sueños “húmedos” también son condenables? ¿O el mismo celibato obligatorio de los curas no va en contra abiertamente contra le ley de Dios de “creced y multiplicaos”? ¿No es acaso un acto de rebeldía frontal contra el Creador el negarse sistemáticamente a tener pareja y formar familia? ¿Adónde van a parar esos millones de espermas ensotanadas? Preguntas que nunca, lo sé, tendrán respuesta vaticana, pero no por eso dejo de hacerlas.
P.D.: Mientras la Iglesia responde mi elemental cuestionario, pregunto: ¿porqué el Valle del Cauca está condenado a la fatalidad política? ¿Por qué diablos no pudieron ratificar al actual gobernador Lourido y ahora convocan a nuevas elecciones sabiendo que ni hay dinero y que el que existe está en poder de las manos oscuras, de los sobornos y de los fraudes electorales que todo el país conoce? Otra preguntica: ¿Queremos una replica de Abadía? Porque una cosa es que esté inhabilitado y otra muy distinta que no esté moviendo todo su engranaje. Pobre Valle.
