No escucho noticieros desde hace varios años por simple higiene mental. Siempre los titulares son los asesinatos, los atracos, los feminicidios y los robos exprés. Noticias rojas, llenas de sangre y tragedia. Confieso que me está sucediendo lo mismo ya con los periódicos. No existe matutino, ni en Bogotá, ni en Cali, ni en Barranquilla, ni en Valledupar, ni en Cartagena, por nombrar solo algunos, que no tenga un titular de un hecho macabro en primera página. Es de santiguarse antes de abrir los periódicos en papel o digital. Gotas amargas en el corazón para iniciar el día.
Esto del Caguán no tiene justificación. Una semana antes ya se había dado la alerta al “alto” Gobierno de que iba a suceder algo serio, nadie paró bolas. La burocracia y la ineficiencia de quienes manejan las riendas de este país desbocado y desorientado hicieron oídos sordos. Al fin y al cabo era una petrolera que estaba en riesgo, pero eso no es prioridad de este Gobierno.
Es imperdonable el secuestro —sí, señor ministro Prada, SECUESTRO, no cerco humanitario, como usted lo quiere endulzar—, las vejaciones y humillaciones contra esos funcionarios y uniformados que fueron acorralados por unos sujetos que venían chantajeando a la petrolera para dejarla en paz. Como ese burdo y criminal chantaje no les dio resultado —porque la empresa cumple a cabalidad sus obligaciones sociales y con el entorno—, ¡zaz!, de una a incendiar, a matar, a secuestrar.
El señor ministro tiene más cara que un elefante con paperas; para decirlo más claro: es un caradura y un cínico. Sus declaraciones son una vergüenza para Colombia y para el mundo entero, su video hablando mentiras mientras la ministra Vélez, sumisa y calladita, sin decir ni pío, le pasa su almuercito empacado en una cajita de icopor, ojo, hecho con sustancias contaminantes derivadas del petróleo. Y el ministro de Defensa, debilitado y cabizbajo, mejor dicho, “pordebajiado”, nada que ver con el aguerrido ser humano que conocíamos por sus actitudes valientes y frenteras en Guatemala.
Me pregunto si esa es la paz total o la continuación del desangre que hemos vivido desde que nacimos, pero camuflado con otro tipo de lenguaje y tratamiento.
Estos secuestradores y chantajistas, porque eso son, disfrazados de campesinos, merecen el rechazo y el repudio del país entero. El Esmad, o como se llame ahora, merece respeto, no trampas de esta magnitud en que se enfrentan inertes a esas fuerzas oscuras ahora alcahueteadas y maquilladas. No nos crean tan cretinos, no tragamos entero.
Que se investigue hasta el final y se lleven a cabo todas las sanciones del caso, sin mentiras ni maquillaje. Que el ministro de Defensa dé la cara y demuestre su carácter templado que no comulga con trapisondas. Que el ministro del Interior se retracte de sus mentiras.
Se sabía, se ignoró, les importó un carajo. ¿Quién está dirigiendo de verdad los destinos de este país? A punta de Twitter y balcón y frases altisonantes no se gobierna. Ojalá recapacite el Gobierno. Me siento asqueada y con terror de ver los titulares de mañana. O se cambia el ritmo y el rumbo, o no hay cambio posible. Así no se puede seguir.