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En enero de este año la periodista Jimena Patiño Bonza, de El Tiempo, le hizo al sacerdote Francisco de Roux un reportaje clarividente sobre la paz, sobre nuestro futuro, sobre la reconciliación.
Sus respuestas tajantes y categóricas anunciaban la avalancha que se nos venía encima. Que se nos vino. Estamos a escasos días de las elecciones y el futuro de Colombia es más oscuro que nunca.
—“Para lograr la reconciliación es necesario dejar de lado las polarizaciones políticas y MIRAR el dolor de los colombianos. Hay que tener el coraje de ir a ver a los que más han sufrido”.
—“Es el dolor de la gente el que nos puede liberar de posiciones políticas estúpidas que nos polarizan y nos revientan, y además se montan sobre mentiras. Sobre verdades falsas. Porque lo único que interesa es ganar votos”.
—“O este país lo reconstruimos entre todos o se acaba. Aquí no hay futuro para nadie. Todos tenemos que cambiar”.
El domingo 13, en otra entrevista, realizada por Juan Manuel Flores Arias, también de El Tiempo, De Roux, refiriéndose a la Comisión de la Verdad de la cual es presidente y se acaba de posesionar oficialmente, nos comparte:
—“Uno de los objetivos de la Comisión es conocer cómo nos fuimos involucrando en una barbarie que ha sido un escándalo para el mundo, para que tengamos compasión por nosotros mismos. Para la comprensión de lo que sucedió en Colombia durante más de medio siglo de guerra”.
—“La comprensión, los patrones de las grandes formas de esa violencia. Más de siete millones de desplazados, violación masiva de mujeres, ocho millones de víctimas, 200.000 civiles asesinados, 80.000 desaparecidos. Somos sólo 11 personas con la enorme responsabilidad de involucrar todo el país”.
—“Lograr que deje de producirnos miedo la verdad y tengamos el coraje de encararla y mirarnos de frente. Todos. Farc, paramilitares, empresarios, comunidades, víctimas. Todos somos responsables”.
Ya llega el tsunami polarizado, enlodado, lleno de falsas promesas, de mentiras, donde el común denominador de la ola exterminadora es el odio y los intereses propios. El culto al ego y la ambición del poder. Dos extremos iguales. Resentimiento, rabia, mentiras que los retroalimentan como las amebas y otras bacterias que se reproducen a sí mismas. No existen ideas ni programas limpios en ninguno de estos dos polos que se atraen simbióticamente y nos llevarán al abismo.
Todavía quedan unos días. Pocos, pero cruciales. De Roux, en ese excelente reportaje, nos invita a:
—“Dedicar todos los días un rato al silencio para que escuchemos lo más hondo que hay en nuestro interior”.
—“Porque en el silencio interior empieza la paz profunda”.
Esta algarabía de tuits, mensajes, debates, insultos, zancadillas, griterías, trémulas en las plazas públicas, pullas y agresiones, despierta ese cerebro primitivo que todos tenemos y paraliza cualquier capacidad de raciocinio o reflexión. Sacan lo peor que tenemos dentro de nosotros mismos. El salvaje iracundo que los colombianos llevamos en los genes, porque en lo único en que hemos triunfado es en matarnos unos con otros, excluirnos y despedazarnos. Y esos dos “caudillos criollos” son expertos en la manipulación de esas emociones.
Todavía estamos a tiempo. Después no lloremos sobre lo derramado que será más sangre, más exclusión, más inequidad y más oscurantismo. Lo más triste es que es el pueblo raso el que sufrirá más, como sucede siempre. Seguirá siendo carne de cañón.
Posdata I. ¡Hacer silencio dentro de nosotros mismos es permitir que Dios se siente a nuestro lado!
Posdata II. Suerte para la Comisión de la Verdad. Todos los colombianos debemos apoyarla. ¡Todos tenemos algo que aportar!
