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Toros, patrimonio cultural

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Aura Lucía Mera
07 de octubre de 2014 - 01:25 a. m.
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Europa era una bella mujer levantina.

Zeus se enamoró perdidamente de ella y decidió convertirse en un toro blanco para seducirla y poderla raptar. Europa, creyendo que era un animal manso, se subió a su lomo y Zeus-Toro se la llevó a Creta. Así Europa se convirtió en la primera reina de Creta.

En la civilización egipcia los toros eran sagrados. Cuando morían los embalsamaban y los colocaban en tumbas de piedra. Eran reverenciados como símbolos de fortaleza y fertilidad. Otros historiadores afirman que el toro, Uro, se remonta a la Edad de Bronce. Se dice que la primera “corrida histórica” data del año 1133.

La realidad es que el toro está ligado al hombre ibérico desde los tiempos primitivos. Así lo atestiguan los dibujos de las cuevas de Altamira y demás refugios rocosos, como el vino. Se han encontrado vestigios de orujo en esas cuevas milenarias.

El toro de lidia ha sido inspiración de músicos, poetas y pintores. García Lorca, Hemingway, Valle Inclán, Montherland, Ortega y Gasset, Rafael Alberti, Gustavo Adolfo Bécquer, Gerardo Diego, Miguel Hernández, Pablo Neruda, entre muchos poetas.

Pintores, como Goya y Picasso, Manet, Bacon, Botero, legaron a la humanidad algunas de sus mejores obras dedicadas a la tauromaquia. En la música, las óperas Carmen de Bizet y La Traviata de Verdi, entre otras, también. En la música popular, el pasodoble, las coplas, el cuplé, la zarzuela. En el cine, producciones inolvidables de Antonio Saura, Pedro Almodóvar, Antonio Gades.

Los primeros toros de lidia, esos animales majestuosos, imponentes, que se crecen al castigo y son los reyes de marismas, praderas y páramos, llegaron a Colombia en 1540 aproximadamente, traídos en carabelas por frailes dominicos y jesuitas, para defender sus propiedades y sus sembríos de los indios. Así, desde la Conquista y la Colonia, nos trajeron el lenguaje, la religión, los íconos sagrados, las costumbres y los toros de casta a América, convirtiéndose en parte fundamental de nuestro acervo cultural, dando origen a las corralejas, los toros de pueblo, las corridas en plazas, construidas especialmente para estos festejos.

Se debate próximamente en el Congreso de la República la ponencia del senador Julio Miguel Guerra Soto para declarar la fiesta brava como Patrimonio Cultural e Inmaterial de Colombia.

Más que merecida esta declaración. Gústenos o no, lo que jamás podremos negar los colombianos es que la fiesta brava forma parte de nuestra idiosincrasia, de nuestra tradición y de nuestra cultura.

Que yo sepa, ni Goya pintó jamás el sufrimiento de las gallinas en los galpones, ni Ortega y Gasset escribió nada sobre la matanza del ganado de carne, ni García Lorca escribió un poema sobre la forma en que se tortura un ganso para sacarle el foie gras.

Cito a García Lorca: “... Pero las madres terribles levantaron la cabeza / Y a través de las ganaderías / hubo un aire de voces secretas / que gritaban a toros celestes / mayorales de pálida niebla”. A Camilo José Cela: “El toreo es un arte misterioso, mitad tragedia, mitad ballet”. Y a José Bergamín: “El toreo es un acto de fe en el arte, en el juego, en Dios”.

Felicitaciones al senador Guerra Soto .Estoy segura de que ningún congresista podrá desconocer que la fiesta brava pertenece a nuestro patrimonio cultural.

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