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Un día con Camila

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Aura Lucía Mera
27 de octubre de 2020 - 03:00 a. m.
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No lo sabe, pero todo el viernes estuve con ella. Se llama Camila, una mujer linda, gran escritora, actriz de teatro, cine y televisión, poeta, reconocida internacionalmente, sobre todo a raíz de su ultimo libro, Las malas, éxito literario en su Argentina natal y todos los países hispanohablantes, ya en proceso de traducción a varios idiomas. Debe estar cansada de dar reportajes, de asistir a ferias de libros, de firmarlos. Ella misma lo dijo en una de sus últimas entrevistas. Quiere descansar. Y con razón.

Nació en un hogar pobre de un pueblo perdido en la provincia de Córdoba. Sus abuelos, analfabetas. Sus padres, elementales. La mamá le compraba libros. Su padre, machista y campesino. Cuando la bautizaron le pusieron Christian, el añorado hijo varón. Eso fue hace 38 años. A los nueve años, al escondido se ponía los trajes de su madre y le gustaba pintarse los labios. Christian ya sabía que era una niña atrapada en un cuerpo que no le correspondía. Ya adolescente, pidió de regalo una máquina de coser y se inventaba sus trajes con retazos de tela, cortinas viejas, trapos. Se escapaba de noche y rondaba las calles. De día asistía al colegio de pantalón. Ya le decían “maricón”. En una de esas rondas se vendió.

Su papá la condenó a su destino: ser puta y morir asesinada y tirada en una zanja. Christian se esfumó y apareció Camila. Tenía 17 años. Camila Sosa Villada. Jamás dio un paso atrás. Dejó el pueblo y se marchó a Córdoba. Tacos altos, peluca, depilación de piernas, tetas de puntas de colchón y una voluntad de hierro, para empezar a caminar las calles y convertir su cuerpo en una máquina de trabajo, ganando dinero satisfaciendo hombres en la oscuridad de las noches. Invisible de día, sola, perdida en la urbe inhóspita hasta que conoció el parque y la “manada travesti”, que la descubrió, adoptándola, protegiéndola, enseñándole a vivir esa vida de repudio, condena, vergüenza y riesgo.

Nueve años vendiendo su cuerpo, jamás su alma. Sobreviviendo hambre y peligros. Maltratos. Redadas. Moretones. Golpizas. Alimentando su mente con autores, libros, cultura. Matriculada en la universidad estudiando Comunicación Social. Su cuerpo vejado, su mirada limpia, su frente en alto. Llorando las muertes de compañeras asesinadas, desaparecidas, torturadas. Siempre caminando al filo de la navaja, resguardada por los árboles solitarios y sus compañeras de trabajo.

En su libro Las malas nos cuenta su historia, en prosa impecable y desgarrada. Su amigo Juan Forn, escritor, editor, crítico y bohemio, la animó a escribirlo cuando la conoció cantando en un bar. Y lo publicó en la colección Rara Avis.

Camila ya había triunfado en las tablas. Su actuación en Carnes Tolendas, en solitario, es su relato escénico de una travesti que le abrió las puertas del éxito y le cambió la vida. Su talento se impuso. En películas y series televisivas, sus poemas se dieron a conocer.

Personalmente, mi día con Camila ha sido uno de los más dolorosos y enriquecedores de mi vida. Qué mujer, qué escritora, qué luchadora. Las cicatrices de su cuerpo no le laceraron el alma y se ha convertido, sin buscarlo, en la vocera de las atrocidades contra miles de mujeres atrapadas en cuerpos de hombre que la mal llamada sociedad “normal” masculina repudia, pero que las necesita y les teme. Y los gobiernos guardan silencio ante esos asesinatos anónimos.

Camila sonríe en las entrevistas, pero también admite que está llena de rabia por tantas injusticias. Sabe muy bien que ahora la buscan y la aplauden, sabe que está linda, esplendorosa, y que esa gloria no durará para siempre. Está trabajando para tener cómo vivir plenamente y guardar para cuando caiga el telón.

Posdata. Las malas, una novela-testimonio que estremece y revela ese universo misterioso lleno de ternura y horrores que se esconde tras los maquillajes y vestimentas provocadoras, donde deambulan mujeres frágiles y vulnerables, feroces e invencibles, unidas contra un mundo hostil que se resiste a reconocer sus derechos y su dignidad.

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Tulio(25476)27 de octubre de 2020 - 05:23 p. m.
y cómo por qué esta mierda le tiene que importar a la gente normal?
  • Jaime(9903)27 de octubre de 2020 - 08:23 p. m.
    Sencillo Don Tulio, no la lea y no opine por las demas personas.
Margarita(98735)27 de octubre de 2020 - 03:53 p. m.
Ya la quiero leer! gracias por compartir.
Hernando(84817)27 de octubre de 2020 - 02:13 p. m.
Triste historia de una realidad en la que los fundamentalismos no dan cabida a las diferencias y marginan de manera despiadada a quien perciben ajeno a sus propias realidades incontrovertibles.
Hernando(84817)27 de octubre de 2020 - 02:13 p. m.
Triste historia de una realidad en la que los fundamentalismos no dan cabida a las diferencias y marginan de manera despiadada a quien perciben ajeno a sus propias realidades incontrovertibles.
shirley(13697)27 de octubre de 2020 - 01:50 p. m.
Y como la historia de Camila,cientos de miles de otros seres anónimos luchando, trabajando para sobrevivir en esta realidad hostil y degradante. Lacerando su cuerpo pero dejando intacta su alma,libre de los arañazos y zarpazos del destino.Una sociedad,no solo la nuestra,insolidaria,injusta,discriminadora donde el principio vital es SÁLVESE QUIEN PUEDA .Algún día nos mereceremos otra realidad.
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