UN ELEFANTE ES UN ELEFANTE. HU- bo un presidente a quien todavía no le perdona Colombia que se le haya metido uno en Palacio y no lo hubiera visto. Han pasado años y siguen saliendo caricaturas sobre el ex mandatario y su paquidermo invisible.
Lo que no me explico es que ese mismo país no se dé cuenta de que se le están metiendo por boca y narices todos los elefantes en estampida del Serengeti. Además algunos funcionarios del alto gobierno, léase ministros, ya parecen ellos mismos como elefantes pero con paperas. Así de caraduras. Así de arrogantes y nomeimportistas.
Es el caso, de nuevo, del ministro Valencia Cossio, a quien con su inexpresividad característica, le da lo mismo, en pleno Congreso, presentar y radicar un proyecto para la creación de tribunales terapéuticos para todos los consumidores, que minimizar y pasar por alto la voluntad de más de dos millones de personas que exigen la cadena perpetua para los violadores de niños, con o sin incesto. Lo único que le importa es pasar contra viento y marea el referendo de la reelección del caudillo, para la cual sí mueve todas las cuerdas que sean necesarias... como la canción... ese elefante se balanceaba sobre la tela de una araña... y como veía que resistía, salió a buscar más camaradas...
Es inaceptable que esos monstruos abusadores sexuales de menores, muchísimas veces sus propios hijos e hijas, algunos teniendo hijos-nietos con ellas, no tengan cadena perpetua. Personalmente sería partidaria de castrarlos antes de encerrarlos de por vida. Pero no. Esta sociedad machista, de triple moral, llena de códigos, leyes, incisos, hechos precisamente para alcahuetear atrocidades y hacerle esguinces a una mal llamada justicia, considera casi como delito menor esta ignominia, que asesina emocionalmente a sus propios menores.
Creo que Colombia exige una respuesta contundente y clara de por qué un referendo es sagrado a pesar de todas las triquiñuelas y falacias de las que se sirvió para la recolección de las firmas de todos los que no se dan cuenta de los elefantes en estampida, y el otro, el transparente, el claro, el que clama por la protección de los menores, y el castigo vitalicio de sus depredadores no es válido, o es de menor o ninguna importancia. Cómo es posible que sea el mismo Ministro, hierático, marrullero y olímpico el que con su misma cara aparezca en la pantalla chica, ante la radio y en los medios escritos favoreciendo las órdenes del Supremo y relegando la verdadera voz del clamor popular.
Vamos a galope por la pampa solitaria hacia la destrucción de nuestra constitucionalidad, hacia la legalización de la impunidad, hacia la prohibición de las libertades personales, hacia el autoritarismo más absurdo, hacia la dictadura de la democracia que justifica todo, retuerce todo, y que como borregos nos dejamos empujar.
Aterrador, valiente y estremecedor el programa de Pirry el domingo 29. Paralizantes los testimonios de estas mujeres violadas durante años por sus propios padres. Pero más estremecedora aún la respuesta del ministro Valencia Cossio. Tenemos que reaccionar antes de que nos acaben de pisotear esa manada de elefantes en estampida, voceros del Domador que los arrea.
Estoy de acuerdo con Héctor Abad Faciolince. No debo tratar de manejar ni componer el avión. No es mío. Que se caiga. Yo, tranquila. Me dedicaré a la frivolidad. Seguiré bailando el vals en el Titanic. Leer de ahora en adelante al Pato Donald. Pas plus.