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Desde 1986, con rigor y criterio intachables, la Asociación Colombiana de Productores de Concreto adjudica cada dos años el Premio a la Trayectoria Profesional a la firma de arquitectos que se haya destacado, a nivel nacional, con el resultado de obras, ya muchas consideradas patrimonio histórico.
Este viernes 21, en el Centro de Convenciones de Cartagena, la junta directiva de Asocreto y el ingeniero Luis Guillermo Aycardi han seleccionado a la firma Camacho y Guerrero para entregarle el reconocimiento: una réplica del disco giratorio de la cultura precolombina Nariño, cuyo original se encuentra en el Museo del Oro.
La sociedad Camacho y Guerrero Arquitectos nació en Bogotá en octubre de 1963. Dos jóvenes arquitectos decidieron trabajar juntos desde 1955 para desarrollar proyectos de arquitectura, urbanismo, paisajismo y diseño interior. Jaime Camacho Fajardo nació en Los Ángeles. Estudió en la Nacional, en Bogotá, donde se graduó de arquitecto en 1956. Julián Guerrero nació en Cali. Estudiante en San Luis Gonzaga y San Juan Berchmans. Se radicó en Bogotá, graduándose en la Nacional en arquitectura en 1956, y realizando posteriormente posgrados en urbanismo y tecnología del concreto en la Universidad de Roma y en planeamiento urbano en la Universidad de Londres. Se ganó el Premio a Toda una Vida otorgado por la Sociedad Colombiana de Arquitectos.
Para enumerar todos los edificios, educativos, bancarios, comerciales que han diseñado no daría abasto una columna. Basta señalar algunos de los más emblemáticos: Plaza de Toros de Cali, coliseo cubierto de Pasto, hospital psiquiátrico de Barranquilla, sede Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá, Penitenciaría de Occidente en Popayán, coliseo de atletismo El Campín en Bogotá, Club Campestre Payandé en Villeta, en fin, la lista no tendría fin.
Gracias a Jaime Camacho y Julián Guerrero, Bogotá empezó a teñirse de color naranja en los atardeceres, cuando el sol de los venados se escondía al occidente, reflejando sus rayos dorados en estas fachadas de ladrillo a la vista, impecables en su diseño y juegos esquineros. Bogotá conoció sus mejores momentos cuando la firma Camacho y Guerrero la empezó a iluminar con luz propia.
La Plaza de Toros de Cali, esa copa que desafía la gravedad, es otra de las joyas arquitectónicas. Colombia entera, casi todas sus capitales, ostentan con orgullo sus diseños y proyectos. En esta trayectoria ascendente de vida siempre contaron con asesores de óptimas calidades en diferentes ramas de la ingeniería para lograr resultados impecables en cada proyecto. Colombia estaba en mora. Aquí todo llega tarde y lento, como reconocer y premiar a este par de quijotes que dedicaron su vida, su talento, su imaginación a construir, regalándole al mismo tiempo a sus obras la estética, el buen gusto, la solidez y la funcionalidad para apostar por ciudades más bellas. Más altivas. Jugando con atardeceres y climas, sintonizándolas con el viento y la música de las estrellas.
P.D. Qué aberración la del procurador Ordóñez, manipulando a diestra y siniestra su reelección.
