Hace unos días, en “Un café para recordar”, evento organizado por Jaqueline Arabia Buraye, fundadora y directora de la Fundación para el Alzheimer en Cali, la charla del psiquiatra César Arango sobre la importancia de detectar los primeros síntomas de la enfermedad nos llevó a Cien años de soledad, cuando Úrsula Iguarán inició ese viaje sin retorno hacia la pérdida de la memoria, paso a paso, hasta la nada.
Al leer y releer el libro, di por sentado que estos síntomas formaban parte del realismo mágico. ¿O acaso en esos párrafos había algo premonitorio en García Márquez, relacionado con su propia ausencia en los últimos años?
Úrsula y su olvido: paulatino, silencioso, fantasmal, hasta encogerse en posición fetal, rígida, fría, juguete de sus bisnietos. Así terminan sus días tantos seres que fueron niños, jóvenes llenos de ilusiones, empresarios exitosos, mujeres brillantes, artistas, escritores, líderes carismáticos... que poco a poco se ausentan de su entorno, de sus propias vidas, convertidos en fantasmas de sí mismos sin siquiera saberlo. Como los recién nacidos, pero con cuerpos ya maltrechos, golpeados por los años, inocentes del pasado, de sus logros, amores, pasiones, desengaños y alegrías.
¿A dónde van sus mentes? Me lo pregunto una y mil veces. ¿Acaso sueñan? ¿Qué miran esos ojos ausentes pero plácidos? ¿Nos quieren decir algo sus murmullos? ¿Están ya muertos dentro de cuerpos vivos? ¿Encerrados? ¿Y el alma, dónde se esconde? ¿Por qué la música es lo último en marcharse?
Alzheimer. Su nombre es sonoro, pero esconde un significado implacable. No tiene cura. Si no estamos alerta a los primeros síntomas, será imposible detener su rápida progresión. Muchas veces, cuando notamos que algo raro está sucediendo, ya lleva años incrustado en el cerebro.
No está ligado exclusivamente al envejecimiento, como popularmente se cree. No todos los viejos se convierten en objetos olvidadizos, y no todos los adultos están libres de padecerla.
Existen programas para la estimulación cerebral: terapias físicas, ocupacionales, cognitivas, técnicas de relajación, lectura, remembranzas, arte. Son ejercicios que ayudan. La pereza, la falta de ejercicio, el aislamiento, la autocompasión, los resentimientos pueden ser abono para que florezca la enfermedad, despiadada.
P. D. Una amiga del alma permaneció conectada a un tubo, alimentada por sonda durante varios años, sin reconocer, sin hablar, sin moverse. ¿Eso es una muerte digna o una tortura inhumana? Finalmente murió de una infección renal. ¿No hay piedad para ellos? ¿La famosa eutanasia es una gran mentira? ¿O la religión católica los condena a esa muerte/vida sin cerebro y sin compasión?
Estemos alertas. El Alzheimer no llega de un día para otro. No respeta nada ni a nadie. Es un tsunami arrasador.