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Viernes negro

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Aura Lucía Mera
01 de diciembre de 2015 - 02:00 a. m.
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Cuando vi los anuncios, pensé que eran como los que empezaron a salir hace décadas en los periódicos: “Espere el M-19”, “Ya llega el M-19”, “No demora el M-19”, y creí, como casi todos los colombianos, que se trataba de algún producto nuevo con una campaña publicitaria de expectativa muy original... hasta que llegó y su estreno fue la toma de la embajada dominicana.

“Ya llega el Black Friday”, “Esta noche, Black Friday”, y los periódicos repletos de pauta, las vitrinas también. Esta vez pensé en un nuevo ataque terrorista publicitado a todo dar.

No estuve tan despistada. El terrorismo triunfante de la sociedad de consumo, insaciable y como jauría hambrienta, se lanzó a las calles y a empujones, codazos y mordiscos se abrió campo cuando se abrieron las puertas del paraíso: las grandes cadenas de almacenes en EE. UU. y los templos sagrados llamados shopping centers.

El dios del consumo es el único. El dinero lo encarna. Todos los demás valores desaparecieron por encanto. La honestidad, la ternura, la generosidad, el amor, el perdón, la solidaridad, la comprensión y la compasión no inflan cuentas corrientes ni sirven para nada. Sólo importa tener la televisión más grande, los zapatos más chillones y costosos, las camisetas con cocodrilos auténticos, las carteras más costosas, la nevera más grande, el automóvil que se maneja solo, el celular más plano, la lavadora que lave sin jabón.

Los adoradores del consumo no se dan cuenta de la grotesca manipulación anual, exactamente después de la cena de Acción de Gracias, con el pavo relleno, la familia reunida por las buenas o a las malas y la prima de Navidad recién consignada. Esa misma noche, sin ningún escrúpulo, millares de personas se sienten impulsadas en frenesí demencial a salir a la calle y gastarse todo lo que tienen y no tienen, adquiriendo cosas que no necesitan pero tienen que comprar.

Y esta religión, la única respetada, extiende sus tentáculos al resto del mundo. Ya en Colombia comemos pavo (en la adolescencia comíamos pavo si no nos sacaban a bailar en las fiestas) y también nos lanzamos al Black Friday, así, en inglés. Y tan campantes. No sé cómo lo llaman en China, pero curiosamente son las tiendas Alibaba las que más venden.

Después nos aterrorizamos del terrorismo sin acordarnos quién fue el que lo inició con la guerra inventada en Irak... los mismos del Black Friday. El dinero es el motor de la muerte, y el consumismo, su gasolina. Sus creadores siguen llenándose los bolsillos. A nadie le importa un pito el drama de los cientos de ahogados, de los miles y miles de seres que buscan cruzar fronteras, de los que mueren de hambre. Mientras las neveras y los armarios de los consumidores estén llenas, lo demás no importa tanto; si está muy cruda la noticia, se cambia de canal.

Los viernes negros son los que nos deberían aterrorizar. O cambiamos o nos cambian, como dijo el H. P. de ingrata recordación...

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