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¡Colombia, cantemos, cantemos todos, grito de paz y alegría!

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Beatriz Miranda
09 de agosto de 2022 - 05:00 a. m.
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El 7 de agosto, gran parte del pueblo colombiano celebró en las calles el inicio de un cambio histórico, para muchos inusitado; para otros, aplazado por siglos. En todo el país se celebró de distintas formas la llegada de un gobierno popular al palacio de Nariño.

Se adornaron las calles con los colores de la bandera de Colombia. Las regiones distantes del poder central celebraron a su manera, sin perder de vista la magia que Colombia sopla a los de aquí y a los de allá.

Después de 170 años de historia republicana, de alternancia de liberales y conservadores en el mando del país, contra viento y marea llega el presidente Gustavo Petro al gobierno. Su hoja de vida testimonia la historia de Colombia en las últimas décadas, pasando de la rebelión insurgente con el M19, a su trayectoria por el poder legislativo y la desafiante alcaldía de Bogotá. Mucho se dice de Gustavo Petro, pero nadie puede dudar de su profundo conocimiento acerca del país, su experiencia política y su vínculo con un pueblo cansado de tanto esperar.

Petro empieza su discurso de toma de posesión con una cita de Cien años de soledad: «Todo lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre y para siempre porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra».

Sin embargo, como él mismo menciona, su llegada a la presidencia es un punto de inflexión en la historia de Colombia. Golpeada por su conflicto interno y la dificultad de establecer la paz total en su territorio, Colombia estuvo más de un siglo anclada al binomio liberal-conservador que muchas veces la ha gobernado e interpretado desde un lugar muy distante a la realidad vivida por la mayoría de los colombianos. En un lenguaje muy latinoamericano, era una Colombia gobernada por pocos y para muy pocos.

Durante décadas, la rebelión armada fue vista como una opción de cambio. Desde Marquetalia al proceso de paz en medio de sangre, desolación y lágrimas, ahora registradas por siempre en la Comisión de la Verdad, estamos ante una memoria histórica con la esperanza de la no repetición.

Gustavo Petro llega al Palacio de Nariño con propuestas desafiantes. En el orden del día, la paz, un anhelo histórico de Colombia, pues sin ella no habrá un presente ni un futuro para el país; la reapropiación del campo, uno de los temas más importantes del acuerdo de paz; la reforma tributaria que viabilice la justicia social; un audaz y aplazado cambio de estrategia que ponga fin a la fracasada guerra contra las drogas, que ha dejado en el camino miles de muertos y ha presentado ínfimos resultados; la transición energética necesaria para preservar la Amazonía y disminuir los efectos del cambio climático; la reforma de la policía y del ejército, desde luego un tema controvertido en un país que libró una dura batalla en contra de la insurgencia y el crimen organizado por más de 60 años. Sin duda civiles, policías, militares y rebeldes fueron igualmente víctimas de un sistema enfermo.

En síntesis, el gobierno Petro hace una apuesta muy grande a partir de tres vertientes: paz, equilibrio social y sostenibilidad ambiental.

Con un gabinete de excelencia, seleccionado con sensatez, por alguien que sabe que no puede y no quiere fallar, el gobierno Petro tiene varios elementos que pudieran contribuir para una real transformación en Colombia, por medios pacíficos, con el compromiso del fortalecimiento de la democracia.

Sin embargo, hay desafíos en la antesala del Palacio de Nariño: el país que el presidente Petro recibe presenta un “déficit fiscal del 5,6 % del PIB y una deuda pública equivalente al 56,5 % del PIB”. Un reto muy complejo, pues la Colombia actual, así como ocurre en tantas partes del mundo, tiene una situación financiera preocupante.

Desde sus primeros días de gobierno tendrá que hacer un trabajo muy fuerte y muy consensuado para demostrarle al empresariado colombiano que él no va hacia un socialismo del siglo XXI y sí hacia un estado emprendedor, así como reza la cartilla de una de sus ideólogas, la economista italiana Mariana Mazzucato, quien considera “que el éxito de una política social no es posible con una economía parasitaria que incide directamente en la capacidad productiva de los países”.

En términos prácticos, será la primera vez que el político Gustavo Petro tenga que defender una agenda de gobierno y no de oposición. Esto implicará una praxis política distinta que, en un primer momento, podrá frustrar a sus aliados más radicales porque definitivamente, así como la conformación de su gabinete, deberá tener una inmensa capacidad de interlocución con todos los frentes para construir una Colombia digna, tan digna que pueda cumplir los anhelos de la niña indígena, citada en su discurso, que conmovió a todo el país.

Presidente Petro, usted más que nadie sabe que el camino se hace al andar y que las oportunidades históricas no se repiten.

Hoy, una parte importante del mundo y los colombianos levantan su “himno de fe y armonía” con esperanza en usted y en la vicepresidenta Francia Márquez.

*Profesora Universidad Externado de Colombia

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