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A menos de un mes de la realización de la IX Cumbre de las Américas en Los Ángeles, pareciera ser que las evasivas y confusiones priman en los bastidores de su organización y en las relaciones públicas de la misma. Un reflejo de las contradicciones y aciertos políticos de la Casa Blanca con sus aliados internos, una evidencia de que América ya no es la misma, que la influencia regional de Estados Unidos se ha disminuido y que la crisis de la democracia en el continente, así como en otras partes del mundo, es una realidad desde Estados Unidos hasta la Patagonia.
En la historia de la Cumbre sería la segunda vez que Estados Unidos es anfitrión. La primera ocasión fue en 1994, cuando este encuentro se llevó a cabo en Miami.
El lema de la IX Cumbre será: “Construir un futuro sostenible, resiliente y equitativo”.
Como en algunas cumbres anteriores, algunos países de la región han levantado su voz en contra de la exclusión de Cuba, Venezuela y Nicaragua de la lista de invitados, con la justificación de que el escenario interno en estos países dista de lo establecido en la Carta Interamericana y son considerados por la mayoría de los países de la región como antidemocráticos, violan los derechos humanos e irrespetan las libertades individuales.
El presidente de México, Manuel López Obrador, fue uno de los primeros en demostrar su renuencia en participar de una Cumbre de las Américas en la cual algunos países de la región no estarán presentes por una decisión unilateral de Estados Unidos y/o anfitrión. Metafóricamente se refirió al tema, al recordar una frase de George Washington que afirma que “las Naciones no deben aprovecharse del infortunio de los pueblos”.
Por su parte, la Casa Blanca y sus representantes afirman que desde la III Cumbre de las Américas, realizada en Quebec del 20 al 22 de abril de 2001 se institucionalizó la cláusula democrática que establece que cualquier alteración o ruptura inconstitucional del orden democrático en un Estado del hemisferio constituye un obstáculo insuperable para la participación del gobierno de dicho Estado en el proceso de Cumbre de las Américas.
Bajo esta lupa, los tres países anteriormente mencionados estarían fuera de la Cumbre hemisférica. Y si todo sigue como está, con ellos, un séquito de seguidores pues en la gran lista de no confirmados oficialmente estarían: México, Argentina, Bolivia y los 14 países del CARICOM y fuentes internacionales suscitan la no participación de Brasil.
En este escenario, la Cumbre se realizaría entre Estados Unidos y un número limitado de países, sin los líderes potenciales en sus respectivas zonas de influencia.
Si esto se da como parece, el mensaje de los países a Estados Unidos será que ya no “manda capitán y obedece marinero” y que la máxima “divide y reinarás” ya no es una realidad tan contundente. Además, si se revisa la incidencia de la Cumbre de las Américas en la región hemisférica ha sido muy poca.
De 1994 a 2005: un intento de concretar un área de libre comercio de las Américas que no correspondía con las necesidades regionales y por esto naufragó en la Cumbre del Mar del Plata en 2008, cuando se convirtió en ALCA light. De allá para acá, una serie de acuerdos pro forma que no han contribuido en transformaciones regionales significativas. Sin embargo, vale recordar que, en las dos últimas cumbres, Cuba estuvo presente en la lista de invitados, cuando la Isla pasa a ser una importante esquina de distensión ante el fortalecimiento del chavismo.
La renuencia de algunos países en aceptar una cumbre excluyente parece ser real y, de alguna forma, demuestra margen de soberanía ante Estados Unidos, con un gobierno aparentemente débil y con desafíos enormes a partir de la Guerra en Ucrania.
¡Está por verse!
