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El anuncio de la salida de Estados Unidos de la UNESCO a partir del 31 de enero de 2018, -la que cuida y promueve la educación ciencia y cultura en el mundo- “por su matiz antiIsrael” y la necesidad de urgentes reformas nternas confirma que de Trumpazo en Trumpazo, el mandatario estadounidense confirma su profundo desprecio por la ciencia, la educación y cultura, y su aversión a los expertos e intelectuales.
La UNESCO fue creada en 1942 por 44 países, entre otras razones para evitar una nueva conflagración mundial. Si bien la segunda guerra Mundial aún no había terminado, los gobiernos europeos empezaron a ver la necesidad de reconstruir sus sistemas educativos en la post guerra como camino cierto al desarrollo por ser la fuerza productiva más significativa y factor de distribución de la riqueza. Para Donald Trump, el mundo ideal es aquel en donde las ideas y el pensamiento se desvanecerán y serán sustituidos por una sobredosis de pragmatismo irracional y voluntarioso.
En su casi un año de gobierno, sobran ejemplos para ilustrar: la retirada de los Acuerdo de Paris, la posible “desertificación” del Acuerdo con Irán, la renegociación que tiene como fin terminar con el Nafta, Acuerdo firmado por Estados Unidos, México y Canadá, a pesar del inmenso esfuerzo del gobierno canadiense para salvar lo que sea posible, su irresponsable tire y afloje con Corea del Norte, sin preocuparse por la posibilidad de poner el mundo en vilo ante la nueva amenaza de una guerra nuclear y hasta recortes presupuestales en áreas estratégicas y/o Institutos nacionales que se habían dedicado históricamente a investigaciones médicas, laboral, climática, espacial etc.
Durante su campaña presidencial, repetidas veces atribuyó a los expertos la responsabilidad por el contexto doméstico de Estados Unidos y por sus desastrosas decisiones internacionales.
Es verdad que no es la primera vez que Estados Unidos se retira de la UNESCO, esto ya había ocurrido en 1984, con Ronald Reagan, cuando acusó a la organización “de politizar todas y cada una de las materias bajo su jurisdicción”.
El retorno de Estados Unidos a esta agencia se dio solamente en 2003, con la administración de George Bush, cuando todavía Washington estaba bajo el impacto del 11-S. La Administración Bush percibió la importancia de la UNESCO para combatir al terrorismo y pasó a financiar el 22% del presupuesto de esta Agencia, seguido por Japón y China.
Durante la gestión del presidente Barack Obama, se suspendieron las contribuciones financieras de Estados Unidos. La no contribución fue una estrategia utilizada por Estados Unidos para demostrar públicamente su descontento y de Israel, su aliado incondicional, al cual muchos denominan ejército móvil de Estados Unidos por el ingreso de Palestina a la UNESCO como miembro pleno, lo que de cierta forma demostró que las atrocidades que ocurren en la Franja de Gaza no son desconocidas y tampoco aceptadas por la Comunidad Internacional. Desde entonces, Estados Unidos tiene una deuda acumulada con la UNESCO de aproximadamente 500 millones de dólares.
La salida de la UNESCO y la propuesta de mantenerse como observador ratifica la política exterior aislacionista de Donald Trump y la poca esperanza de un mundo que fortalezca y legitime las agencias multilaterales creadas e impulsadas por el sueño de la paz mundial.
* Profesora Universidad Externado de Colombia
