Este fin de semana, la Unión Europea realizó una cumbre virtual más, cuyo tema central fue el coronavirus. Al hablar de los escenarios del COVID-19 en el continente europeo, los mandatarios dieron a conocer que en 20 países las tasas de la enfermedad han bajado o se han estancado, mientras en 7 el número de contagiados sigue subiendo. Sin embargo, la canciller alemana Angela Merkel advirtió que ya se nota la llegada de la tercera ola.
En este contexto, enfatizaron la necesidad de ampliar la oferta de vacunas, por medio de una cooperación entre los proveedores, así como subrayaron la importancia del incremento de la posibilidad de que esas vacunas sean efectivas contra las nuevas cepas y la disminución de la burocracia para la aprobación de las mismas. En ese escenario, el Reino Unido post Brexit, ha sido un ejemplo a seguir por el número significativo de habitantes ya vacunados.
Sin embargo, se empieza a discutir dentro del bloque la posibilidad de institucionalizar un pasaporte de vacunación que pudiera propiciar una mayor movilidad. Unos dicen que sí, otros dicen que no. Sobre la mesa, algunas trabas jurídicas y cuestiones éticas.
La premura en establecer un sistema de pasaportes para vacunados contra el COVID-19, antes del inicio del verano, es sobre todo una estrategia para retornar a una relativa normalidad que permita fomentar el turismo, actividad económica fundamental para varias economías del bloque.
Pareciera ser que la idea fue propuesta por el canciller de Austria, Sebastian Kurz, quien habría encontrado apoyo en sus homólogos de Grecia, Chipre, España e Italia.
En su concepción, el “pasaporte verde” para los vacunados o recuperados del COVID-19 podrá contribuir para recuperar un “pedazo de libertad”.
No obstante, no hay mucha claridad de cómo sería eso en la práctica. Algunos países creen que es inevitable y urgente, otros creen que es demasiado temprano para discutirlo. Con seguridad, tendrán que examinar cómo desarrollar una estrategia común.
Lo cierto es que, el incremento del número de contagiados y el lento proceso de vacunación ha puesto en alerta al bloque que no logra denotar consenso en función del interés común en la post pandemia.
Además de eso, ante el panorama nada alentador, algunos países como Alemania, Bélgica, Dinamarca, Hungría, Finlandia y Suecia iniciaron cierres de sus fronteras para ciudadanos europeos, lo que de cierta forma hiere principios consagrados del bloque, tales como la libre circulación de bienes y personas, y violan las directrices divulgadas en enero, las cuales no solo especificaban medidas esenciales para combatir el Covid19, sino también reiteraban la necesidad de mantener las fronteras abiertas.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von Der Leyen, fue un poco más realista al reiterar que “elaborar un sistema para centenas de millones de personas podría demorar algunos meses.
Otra cuestión tratada por algunos líderes es que la aparición de nuevas cepas podría exigir refuerzos de las vacunas y, por ende, la actualización constante de los certificados de vacunación.
En una entrevista colectiva, la canciller alemana afirmo que la creación del pasaporte de vacunación no significará que solamente aquellos que lo tengan puedan viajar.
Lo que se nota en la Unión Europea es un titubeo después de meses y meses de cierres más drásticos o parciales ante la demora de las vacunas, la lentitud de la distribución y la necesidad de más agilidad de los proveedores.
Muchos, al ver la vacilación de los representantes de los países europeos en la última cumbre, mencionan el ejemplo de Israel que ha permitido que los ya vacunados vuelvan a algunas actividades de rutina o viajen.
Nadie sabe a ciencia cierta el grado de efectividad de las vacunas ni en qué proporción los vacunados se han mantenido libres de contagio, pero la verdad es que con el anuncio de las vacunas hubo un indicio de esperanza que, de alguna forma, no debería ser menoscabado por una burocracia sinfín ante una población extenuada por el encierro, las necesidades económicas y muy impactada emocionalmente.
Después de una campaña de vacunación lenta, podría ser que los 27 países de la UE no logren ponerse de acuerdo alrededor del pasaporte de vacunación tan rápidamente y esto podría llevar a que algunos países más urgidos de una respuesta pragmática empiecen a expedir pasaportes de vacunación nacionales.
Hasta ahora las estrategias comunes se han centrado en la disponibilidad de recursos para la reactivación económica, explicitando la dificultad del bloque en institucionalizar su espíritu de solidaridad en un momento tan desafiante.