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Después de ocho años de negociaciones, liderados por China, varias economías de Asia-Pacífico: China, Japón, Corea del Sur, Australia, Indonesia, Tailandia, Singapur, Malasia, Filipinas, Vietnam, Myanmar, Camboya, Laos y Bruney firmaron el 15 de noviembre el mayor TLC del mundo. El acuerdo, denominado la Asociación Económica Integral Regional (RCEP) representará a 2.100 millones de consumidores y el 30 % de PIB mundial.
En tiempos de pandemia, el acuerdo fue suscrito virtualmente durante la cumbre de la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (Asean), organizada por Vietnam. Es la primera vez que China, Corea del Sur y Japón se sientan en la misma mesa para establecer una negociación. La gran ausente del acuerdo fue India, que decidió retirarse el año pasado debido al temor de una avalancha de productos chinos baratos en su mercado. ¿Será que su fidelidad y lazos con Estados Unidos pesaron más?
Sus principales objetivos son: comercio de bienes y servicios, la reducción de aranceles, producción de insumos, reglas de origen, economía digital, resolución de controversias y sistematización de las normas que regulan el comercio electrónico y la propiedad intelectual.
“Elimina impuestos en un 61 % de las importaciones de productos agrícolas y pesqueros de la Asean, Australia y Nueva Zelanda, junto a un 56 % de China y un 49 % de Corea del Sur”. Lo que a mediano plazo podría impactar la exportación de productos agrícolas tanto de Brasil como de EE. UU.
Sería interesante saber qué piensa el saliente gobierno del presidente Donald Trump sobre ese acuerdo, dado que al asumir la Presidencia retiró a su país del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), impulsado por la administración Obama y que había sido ratificado por 11 países. El bloque transpacífico (TPP), inicialmente conformado por Australia, Brunéi, Canadá, Chile, Estados Unidos, Japón, Malasia, México, Perú, Nueva Zelanda, Singapur y Vietnam, correspondería al 40 % del PIB mundial y contaría con 793 millones de consumidores. La Casa Blanca vislumbró el TPP como un instrumento comercial que uniría ambas orillas del Pacífico y que a la larga reafirmaría la influencia de Estados Unidos en la región. Una estrategia geopolítica que tenía por objetivo disminuir el poder de China en su propia área de influencia.
Según Joseph Stiglitz, premio nobel de Economía, “la realidad es que este era un acuerdo para administrar las relaciones comerciales y de inversión de sus miembros, y para hacer esto en representación de los más poderosos lobistas de negocios de cada país. (…) El TPP no giraría alrededor del ‘libre’ comercio”. Parece ser que el presidente Trump sin saberlo tomó una decisión favorable al mundo.
Expertos afirman que este nuevo acuerdo enmarca el inicio de una nueva relación entre Pekín y la región. A partir de esta iniciativa, China fortalece su liderazgo en Asia no solo en temas comerciales, sino estratégicos. Tiende a disminuir el peso de Estados Unidos en su zona de influencia y reaparece en el escenario regional como la impulsora del multilateralismo y de la cooperación que en épocas de pandemia afronta el aislamiento, el cierre de fronteras y los rezagos del “American First”, sus derivados y consecuentemente la contracción económica.
Mientras el presidente Trump alzaba la bandera del nacional-proteccionismo, el mandatario chino configuraba sus objetivos de largo plazo.
Sin sombra de duda, el afrontar la “Ruta de la Seda”, símbolo de la política estratégica de Xi Jin Ping y su deseo de pisar cada vez más fuerte en el mundo, deberá estar en la agenda del presidente Biden. ¿En esas condiciones la Casa Blanca reactivaría el TPP?
