El jueves pasado la Cepal dio a conocer su informe “Panorama social 2022”. Como en años anteriores, este no es muy alentador. Más de 200 millones de personas viven en la pobreza, 15 millones más que en el contexto prepandemia. Cuando se analiza la pobreza extrema, 80 millones de personas la padecen, 12 millones más que en 2019. En síntesis, se incrementa la pobreza y se mantiene la desigualdad estructural.
La tríada: bajo crecimiento económico, desempleo e inflación son factores que han incidido en el incremento de la pobreza, lo que para la Cepal representa un retroceso de un cuarto de siglo para la región.
Además señaló los grupos en los cuales la incidencia de pobreza se ve más marcada: más del 45 % de la población infantil y adolescente vive en la pobreza, y la tasa para las mujeres de 20 a 59 años es más alta que la de los hombres en todos los países y la pobreza es considerablemente más alta en la población indígena o afrodescendiente.
Es evidente la deuda social histórica con estas poblaciones, y es muy preocupante verificar que el 45 % de la población infantil y adolescente de la región se ubica en la línea de pobreza, lo que en cierta medida compromete el presente y el futuro de nuestros países. “El porcentaje de jóvenes de 18 a 24 años que no estudian ni trabajan de forma remunerada aumentó del 22,3 % en 2019 al 28,7 % en 2020”. Ojalá nuevos vientos soplen para que la región no siga rehén de las bandas criminales, del narcotráfico, de la trata de personas y de la prostitución.
La Cepal destacó el rol de la educación como instrumento fundamental para el cambio estructural de la región. Se recordó que, durante la pandemia, la región vivió un “apagón educacional”: en distintos lugares del mundo hubo confinamiento y cierres de escuelas con el fin de disminuir la propagación del covid-19. Sin embargo, mientras las escuelas de distintos lugares del mundo no funcionaron en un promedio de 40 semanas, en América Latina y el Caribe, las escuelas estuvieron cerradas aproximadamente 70 semanas.
Uno de los motivos por los que los estudiantes no pudieron tener clases más rápidamente fue la brecha tecnológica que separa aún más a los países en desarrollo de los desarrollados. Durante la pandemia, la región carecía de conectividad, acceso a los equipos y de competencia digital. En 2021, “en ocho de 12 países de la región, más del 60 % de la población pobre, menor de 18 años, no contaba con internet en el hogar”.
La ONU hace un llamado sobre la “crisis silenciosa de la educación para evitar el riesgo de una generación perdida”. Desde hace tiempo ya era visible la dificultad de los países para cumplir los Objetivos del Milenio en lo que se refiere a educación. Con este último escenario, el rol del Estado, por medio de políticas públicas, se vuelve prioritario para rescatar el presente y el futuro de esta generación de jóvenes que ya se está quedando en el camino.
Para que esto ocurra, hay que revisar el presupuesto que está siendo destinado no solo al área social, sino también a la educación. No es suficiente incrementar las posibilidades de la población al acceso de bienes y servicios, es necesario educarla para que sepa ejercer sus derechos y deberes en un contexto democrático con mayor conciencia para que ciclos históricos dramáticos no se repitan y podamos afrontar la crisis económica, social, educativa y ambiental de mejor forma.
América Latina sigue siendo una de las regiones más desiguales del mundo, y esta desigualdad impide el desarrollo sostenible. No es una cuestión de pobreza, sino de voluntad política.
* Profesora de la Universidad Externado de Colombia.
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El jueves pasado la Cepal dio a conocer su informe “Panorama social 2022”. Como en años anteriores, este no es muy alentador. Más de 200 millones de personas viven en la pobreza, 15 millones más que en el contexto prepandemia. Cuando se analiza la pobreza extrema, 80 millones de personas la padecen, 12 millones más que en 2019. En síntesis, se incrementa la pobreza y se mantiene la desigualdad estructural.
La tríada: bajo crecimiento económico, desempleo e inflación son factores que han incidido en el incremento de la pobreza, lo que para la Cepal representa un retroceso de un cuarto de siglo para la región.
Además señaló los grupos en los cuales la incidencia de pobreza se ve más marcada: más del 45 % de la población infantil y adolescente vive en la pobreza, y la tasa para las mujeres de 20 a 59 años es más alta que la de los hombres en todos los países y la pobreza es considerablemente más alta en la población indígena o afrodescendiente.
Es evidente la deuda social histórica con estas poblaciones, y es muy preocupante verificar que el 45 % de la población infantil y adolescente de la región se ubica en la línea de pobreza, lo que en cierta medida compromete el presente y el futuro de nuestros países. “El porcentaje de jóvenes de 18 a 24 años que no estudian ni trabajan de forma remunerada aumentó del 22,3 % en 2019 al 28,7 % en 2020”. Ojalá nuevos vientos soplen para que la región no siga rehén de las bandas criminales, del narcotráfico, de la trata de personas y de la prostitución.
La Cepal destacó el rol de la educación como instrumento fundamental para el cambio estructural de la región. Se recordó que, durante la pandemia, la región vivió un “apagón educacional”: en distintos lugares del mundo hubo confinamiento y cierres de escuelas con el fin de disminuir la propagación del covid-19. Sin embargo, mientras las escuelas de distintos lugares del mundo no funcionaron en un promedio de 40 semanas, en América Latina y el Caribe, las escuelas estuvieron cerradas aproximadamente 70 semanas.
Uno de los motivos por los que los estudiantes no pudieron tener clases más rápidamente fue la brecha tecnológica que separa aún más a los países en desarrollo de los desarrollados. Durante la pandemia, la región carecía de conectividad, acceso a los equipos y de competencia digital. En 2021, “en ocho de 12 países de la región, más del 60 % de la población pobre, menor de 18 años, no contaba con internet en el hogar”.
La ONU hace un llamado sobre la “crisis silenciosa de la educación para evitar el riesgo de una generación perdida”. Desde hace tiempo ya era visible la dificultad de los países para cumplir los Objetivos del Milenio en lo que se refiere a educación. Con este último escenario, el rol del Estado, por medio de políticas públicas, se vuelve prioritario para rescatar el presente y el futuro de esta generación de jóvenes que ya se está quedando en el camino.
Para que esto ocurra, hay que revisar el presupuesto que está siendo destinado no solo al área social, sino también a la educación. No es suficiente incrementar las posibilidades de la población al acceso de bienes y servicios, es necesario educarla para que sepa ejercer sus derechos y deberes en un contexto democrático con mayor conciencia para que ciclos históricos dramáticos no se repitan y podamos afrontar la crisis económica, social, educativa y ambiental de mejor forma.
América Latina sigue siendo una de las regiones más desiguales del mundo, y esta desigualdad impide el desarrollo sostenible. No es una cuestión de pobreza, sino de voluntad política.
* Profesora de la Universidad Externado de Colombia.
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