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El domingo, los bolivianos participaron del referendo confirmatorio, fueron a las urnas para decidir si el presidente Evo Morales podrá o no postularse en 2019.
Desde que Morales —primer presidente indígena de Bolivia— asumió el poder en 2006 y fue reelegido en 2009 y 2014, la consigna mediática y política que prevaleció fue: cambio. Morales se ha comprometido a consolidar el Estado plurinacional y sacar a Bolivia del mapa de los países más pobres de América Latina.
La difícil historia de Bolivia está directamente vinculada a sus riquezas minerales. Desde sus sitios más enigmáticos salen plata, oro, estaño, hierro, cobre, zinc, tungsteno y manganeso. Su principal fuente de ingresos es el sector de hidrocarburos, el cual produce aproximadamente 16 millones de barriles de petróleo al año. Bolivia tiene la segunda reserva de gas natural de América del Sur y posee la más grande reserva de potasio y litio del mundo. Sin embargo, hace una década aún era el segundo país más pobre de la región, después de Haití.
Morales tomó actitudes controvertidas. Nacionalizó sectores estratégicos como hidrocarburos, minería, electricidad y recursos naturales, con el objetivo de invertir parte de estos excedentes en las siguientes áreas: industria, manufactura, artesanía, transporte, desarrollo agropecuario, vivienda, comercio y puso en órbita el primer satélite boliviano en cooperación con China, en el marco de un “modelo económico social comunitario productivo”.
En un escenario internacional de alza de los precios de las materias primas, en la Bolivia de Evo Morales los indicadores económicos sorprenden. El país ha registrado una tasa de crecimiento promedio del 5,1%, una inflación de 6% y un gasto público controlado a pesar de las significativas inversiones sociales. “Las reservas internacionales en divisas de Bolivia, con respecto al PIB, alcanzaron el 47%, ubicando a este país, por primera vez, muy por delante de Brasil, México o Argentina”. La deuda pública representa el 33% del PIB y la tasa de desempleo es de 3,2%, la más baja de América Latina; el índice de pobreza pasó de 60% en 2006 al 32% en 2015 y el salario mínimo, anteriormente de 440 pesos bolivianos, en 2015 fue de 1.656 pesos bolivianos.
En 2009 se promulgó la nueva Constitución de Bolivia, la cual institucionaliza el Estado plurinacional y prevé que el presidente sea reelegido por una sola vez. No obstante, en 2014 el Tribunal Constitucional de Bolivia autorizó al presidente Morales a participar nuevamente en la contienda electoral.
La pregunta es: ¿la permanencia del presidente Evo Morales en el poder hasta 2025 es benéfica para la democracia en Bolivia y América Latina?
Sus opositores hablan de concentración de poder e irrespeto a la Constitución que él mismo promulgó, y critican su modelo extractivista, que contraría los principios sagrados de las comunidades indígenas bolivianas. A pesar de su altísima popularidad, alrededor de 60%, Bolivia en los últimos meses pareciera estar dividida entre el sí y el no. Con todo, tomó las riendas de su propio destino y ha logrado uno de los períodos más largos de estabilidad política, crecimiento económico y equidad social.
En los próximos días, los bolivianos sabrán si Morales será reemplazado en 2019 por alguien de su propio partido, si lo tendrán para rato o si la derecha retornará al poder. Se espera que no se reinicie un nuevo ciclo “de dictaduras perfectas” en América Latina.
