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Fútbol se juega en el alma

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Beatriz Miranda
20 de diciembre de 2022 - 05:03 a. m.
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El domingo asistimos a un espectáculo futbolístico protagonizado por Argentina y Francia, en un partido muy emocionante que cerró el controvertido Mundial de Catar. Argentina venció a Francia y se consagró tricampeón después de 36 años del bicampeonato.

Durante más de dos horas de un intenso partido, el mundo se deslumbró con la genialidad de Messi y Mbappé, con sus regates mágicos y sorpresivos. La sensación de potencial campeón del mundo, dentro y fuera de la cancha, se alternó una y otra vez, provocando un sinfín de sentimientos encontrados.

Catar marcó un hito en la historia del fútbol, no solamente por su polémica elección, sino también por la cuestión de derechos humanos, la muerte de casi 6.000 trabajadores en la antesala del Mundial y la dramática situación de los trabajadores migrantes, el mes en que fue realizado y la suma impactante de los costos. No obstante, hay que resaltar innovaciones importantes. Para realizar el Mundial, Catar tuvo que construir seis estadios y reformar dos. El que recibió a las selecciones de Brasil y Corea, con capacidad para 40 mil personas, empezó a ser desmontado tan pronto terminó el partido. Sus partes serán enviadas para algún país con el fin de estimular el fútbol, en un mensaje de sostenibilidad y de creencia en la economía circular.

No fue un Mundial previsible. Los favoritos de siempre fueron cayendo uno a uno y otras selecciones fueron encantando al mundo, como la de Marruecos, la primera árabe y africana en llegar a una semifinal, venciendo a la poderosa Portugal y eliminando a España. Catar fue un Mundial marcado por la perseverancia y garra; vencieron los que pusieron el alma en la cancha hasta el último minuto del partido.

Será imposible también olvidar la victoria de Arabia sobre Argentina, lo que en cierto momento hizo dudar de si la selección de Messi seguiría o se iría, como otras suramericanas. Con todo, lo más emocionante fue poder ver por un momento hinchas de Catar, Egipto, Marruecos y Líbano celebrando la victoria de Arabia Saudita sobre Argentina. Un momento de unión en el mundo árabe, más allá de las disputas políticas o rivalidades históricas.

En una América Latina, que en los últimos meses ha puesto sobre la mesa su eterno dilema, democracia, fragilidad institucional, destitución de presidentes democráticamente elegidos, descontento social y polarización antes, durante y después de períodos electorales, la selección argentina representaba una esperanza para todo el continente.

Gran parte del mundo vibró por Messi, el ídolo de tantos que crecieron asistiendo a los maravillosos partidos del Barça, equipo que aprendieron a querer como si fuera de sus países, por Messi y todos los futbolistas maravillosos que lo acompañaron.

El niño que salió de la ciudad de Rosario, que prefería estar siempre abrazado a un balón o en una cancha de fútbol de su barrio que en los bancos de la escuela, el que siempre quería ganar todo.

Esta espectacular victoria de Argentina hizo recordar un fragmento del poeta brasileño Carlos Drummond de Andrade: “Fútbol, ¿se juega en el estadio?

Fútbol, ¿se juega en la playa? Fútbol, ¿se juega en la calle?

Fútbol se juega en el alma”.

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