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La Venezuela de Maduro

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Beatriz Miranda
01 de diciembre de 2015 - 04:59 a. m.
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El próximo domingo Venezuela tendrá elecciones legislativas y desde hace meses se anuncia una posible derrota del chavismo y la renuencia del gobierno del presidente Nicolás Maduro para aceptarla.

El tema de Venezuela sigue en la agenda regional e internacional en un monólogo repetitivo, sin espacio, ni tiempo, ni esperanza, para aquellos que se cansaron de los errores del socialismo bolivariano: armamento silencioso y descontrolado de la población civil, abuso de autoridad, debilitamiento del Estado e ineficacia de su modelo económico. En los últimos años, su cotidiano ha sido marcado por desabastecimiento, inflación sin precedentes, sabotajes eléctricos, polarización, miedo y desgobierno, agudizado por una guerra mediática sin tregua.

Después de 16 años, el país petrolero por excelencia sigue siendo rentista, “jugó con el globo”, habló vehemente en la OPEP contra Estados Unidos, pero siguió dependiendo de la venta de petróleo a ese país. Después de la muerte de Chávez los barriles de petróleo no fueron suficientes. La victoria ajustada de Maduro, con una diferencia del 1,7% de los votos, puso sobre la mesa la fragilidad de una sucesión inesperada. En una Venezuela elitista, desigual y con una fuerte ausencia del Estado, la Revolución bolivariana transformó a su líder en la figura mesiánica que gran parte de América Latina había esperado.

Sin embargo, se abrió una fisura irreversible en la Venezuela de Chávez. Se disminuyó la pobreza, la desigualdad social bajó, pero se incrementó la brecha entre dos proyectos antagónicos. Venezuela se dividió y se polarizó entre chavistas y no chavistas, ambos representantes legítimos de una Venezuela que no logra encontrar su camino. El asesinato de uno de los candidatos de la oposición, pocos días antes de la realización de las elecciones, deja un sinsabor, una sensación de retorno al pasado autoritario de la región.

Las urnas y las calles deberían ser espacios abiertos para expresar las controversias en un país democrático. No obstante, en la Venezuela de Maduro, gran parte de la población ya no cree en las urnas, a pesar de las innumerables elecciones realizadas por el chavismo. El sueño de la Patria Grande de Chávez está amenazado, no por el enemigo externo, tantas veces denunciado por él, sino por el autoritarismo de Maduro, su escasa legitimidad y ausencia de liderazgo para conducir el chavismo sin Chávez. La Venezuela de hoy, así como está, contribuye para que nuevos Macris aparezcan en el contexto latinoamericano. ¡Qué paradoja!

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