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La detención de Julian Assange en la Embajada de Ecuador en Londres, luego de la suspensión de su asilo por el gobierno ecuatoriano, allana el camino para su posible extradición a Estados Unidos, pero pone sobre la mesa la discusión sobre la libertad de prensa y el derecho de asilo en el mundo.
Las opiniones acerca de Julian Assange son divididas: para unos él es un héroe que tuvo el valor de informar los abusos del Estado moderno y para otros el villano que logró demostrar la fragilidad del esquema de seguridad norteamericano.
Desde hace años se intenta olvidar el pasado de Assange como un periodista reconocido y desconocer los aportes de su plataforma Wikileaks desde su creación en 2006. Lo han catalogado como un hacker que reveló secretos de Estado a partir de la publicación de documentos clasificados, que finalmente dicen respecto a millones de personas en el mundo. Casa Blanca, Kremlin, Arabia Saudita y algunos países de América Latina fueron filtrados por Wikileaks. A partir de la divulgación de documentos secretos, los cuales afectaban sobre todo a Estados Unidos, se crea un cerco alrededor de Assange. A partir de ahí, los medios tradicionales van a intentar mostrarlo como alguien peligroso al sistema por su poco equilibrio emocional, ética e intereses puntuales. Nada nuevo, pues cualquiera que decida emprender una cruzada contra el gran sistema operante, por más comprometido que sean sus acciones alrededor del mundo, desafía el supuesto equilibrio de poder que no medirá esfuerzos para silenciar o ocultar la verdad.
Julian Assange abre el debate acerca de la información en tiempos de paz relativa, pone al mundo en vilo y demuestra que en los centros de poder que manejan el mundo la ética no existe.
En 2010, Wikileaks difundió innumerables documentos que ponían en evidencia información secreta del ejército de Estados Unidos, prácticas controvertidas que atentaban contra los derechos humanos de varios pueblos en el mundo y varias comunicaciones de sus embajadores que denotaban intervenciones directas en asuntos internos de otros países.
Nada que no se sabía, pero ahora se confirmaban una serie de percepciones a la luz de documentos oficiales. La gran política internacional, emulada con el compromiso de llevar a la democracia y todo lo que representa a los lugares más lejanos del mundo, había sido puesta en evidencia.
Las imágenes del presidente Lenin Moreno invitando a la policía secreta británica para retirarlo de la Embajada de Ecuador dieron la vuelta al mundo y demostraron un país otra vez dispuesto a hacer parte del exclusivo club de los países que hacen una gran apuesta en incrementar su nivel de dependencia de los grandes centros del poder mundial. Sin importar cómo ni de qué forma aparecerán en los libros de historia y qué tanto daño harán a la otra mitad del mundo.
Assange, con su capa y espada del siglo XXI, se identifica como un real defensor de la democracia y afirma estar dispuesto a llevar la verdadera información a los pueblos de distintas partes del mundo con absoluta transparencia. Según sus propias palabras: un periodismo con metodología científica. Horas después de su prisión, Wikleaks divulgó innumerables documentos.
En la era de la posverdad o de verdades construidas, Assange se vuelve una amenaza a la seguridad de los grandes poderes, sobre todo para los que pretenden que el mundo permanezca como está. En esta ocasión, Estados Unidos, Suecia, Reino Unido y Ecuador se unen para silenciar una voz incómoda.
* Profesora U. Externado de Colombia.
