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Los crímenes de Contreras

Beatriz Miranda

10 de agosto de 2015 - 10:31 p. m.

La semana pasada, a sus 86 años, murió Manuel Contreras, exdirector de la policía secreta de Chile, uno de los personajes más sombríos de la dictadura de Augusto Pinochet.

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Al conocer la muerte de Contreras, los chilenos salieron a celebrar en las calles de Santiago, recordaron a sus desaparecidos y denunciaron los mecanismos sistemáticos utilizados para ocultar los crímenes cometidos por la dictadura.

Después del golpe militar que derrocó al presidente Salvador Allende, Contreras se convirtió en el segundo hombre más poderoso de Chile. Entre sus atributos está la creación de la Dirección Nacional de Inteligencia (DINA). Desde la DINA comandó operaciones de tortura, ejecuciones y desapariciones. Bajo su mando “los crímenes de lesa humanidad se convirtieron en una política de Estado”. Se estima que el Departamento Nacional de Inteligencia haya sido el “responsable por la mayoría de las más de 3.200 víctimas y más de 38 mil torturados durante la dictadura”.

La fría y calculadora actuación de Contreras se extendió más allá de las fronteras de Chile, ya que fue uno de los idealizadores y ejecutores de la Operación Cóndor, que a larga se convirtió en una organización clandestina internacional que buscaba el exterminio de los opositores de las dictaduras del Cono Sur. La Operación Cóndor nació a partir de una reunión realizada en Santiago, de noviembre a diciembre de 1975. Su nombre fue un homenaje al país anfitrión.

Así como rezaba la tradición durante la Guerra Fría, Contreras también fue formado en la Escuela de las Américas. Al regresar a Chile publicó un artículo en el Memorial del Ejército, en julio de 1968, en el cual afirmaba que “la guerra de guerrillas se gana matando guerrilleros y conquistando a sangre y fuego sus guaridas, y sometiendo a estricta vigilancia a la población, que es la base de la cual la guerrilla vive y crece”.

Contreras conservó hasta su muerte el grado de general del ejército en retiro, pero había sido condenado a 520 años de prisión. En la cárcel de Punta Peuco, en Santiago, pasó sus últimos días acompañado por militares reformados y “agentes de inteligencia” de la dictadura. A pesar de todo, Contreras contaba con un trato preferencial, como: teléfono, internet y calefacción, condiciones inexistentes en los demás presidios.

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Se fue Contreras, sin nunca reconocer sus crímenes, reiterando que apenas cumplió órdenes. Su fallecimiento cierra uno de los capítulos más dolorosos de Chile, pero lleva consigo parte de la historia no revelada del pueblo chileno, aún gobernado por la Constitución de Augusto Pinochet.

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