Brasil se conmovió con la muerte de doña María Leticia, la compañera de Luiz Inácio da Silva en los últimos 43 años. En sus primeros años de casada, cuando el liderazgo del sindicalista se incrementaba, se molestaba con la agenda cada vez más agitada de Lula. Fue la esposa, la consejera, el farol y, en las palabras del expresidente en los homenajes póstumos, “la estrella que iluminó mi vida”.
En las anécdotas históricas del Partido de los Trabajadores (PT) cuentan que Marisa Leticia fue quién cosió la primera bandera del partido con una tela roja traída de Italia —tierra de sus antepasados— y puso la estrella blanca en el centro, hasta hoy símbolo de la organización, fundada el 10 de febrero de 1980 en plena dictadura militar.
Marisa Leticia organizó la marcha de mujeres en pro de la liberación de los metalúrgicos. Los amigos de toda la vida afirman que ella fue el centro y la fuerza familiar, mientras Lula militaba por todo el país, en un sin fin de caravanas por el Brasil olvidado, aún visto de lejos, por muchos que protagonistas del escenario político nacional.
Su muerte demostró la división del país en las redes sociales: brasileños de las más distintas regiones celebraron y/o lamentaron la muerte de la exprimera dama. Sin embargo, datos privados concernientes a su estado de salud durante la permanencia en el hospital Sirio Libanés, llegaron a las redes sociales, demostrando una tamaña falta de ética de algunos profesionales.
Al funeral de Marisa Leticia, que se llevó a cabo en la sede del Sindicato de los Metalúrgicos en el ABC paulista —en donde Lula y Marisa se conocieron—, llegaron amigos, conocidos, copartidarios y hasta la élite política de todos los colores, liderada por el presidente Michel Temer y los expresidentes Fernando Henrique Cardoso y José Sarney.
Todo esto con las elecciones de 2018 cada vez más cerca y Lula liderando las encuestas, a pesar de haber sido involucrado cinco veces en la Operación Lava-Jato. En medio de la crisis gigante desatada en Brasil no se ha podido borrar ni la fuerza ni el liderazgo de Lula, que en medio de un momento triste, terminó reuniendo a toda la militancia del PT que andaba desaparecida y dispersa.
