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Refugiados, ¿moneda de cambio?

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Beatriz Miranda
29 de marzo de 2016 - 03:43 a. m.
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Desde 1922, Turquía ha intentado ser aceptada por Occidente. Ingresó en el Consejo de Europa en 1949, en la OTAN en 1952 –lo que garantizó el asentamiento de las tropas de Estados Unidos durante la Guerra Fría– y en 1959 solicitó por primera vez su entrada a la Comunidad Económica Europea, sin éxito. La no integración de Turquía al concierto europeo siempre fue justificada por razones de inestabilidad política o crisis económica. El expresidente francés Valéry Giscard d’Estaing dijo alguna vez al periódico Le Monde: “Turquía jamás podrá pertenecer a la Unión Europea, por tener otra cultura, enfoque y modo de vida, su adhesión significaría el fin de Europa. Turquía no es un país europeo”. Sin embargo, hace algunos días, en el auge de la crisis de los refugiados, la Unión Europea pacta un acuerdo con Turquía, justo cuando Erdogan gobierna con una ola de autoritarismo con énfasis en ataques a las guerrillas kurdas, encarcelamiento de periodistas y toma de periódicos por denuncias vinculadas a lavado de dinero y vínculos del servicio secreto turco con el Estado Islámico.

Desde 1922, Turquía ha intentado ser aceptada por Occidente. Ingresó en el Consejo de Europa en 1949, en la OTAN en 1952 –lo que garantizó el asentamiento de las tropas de Estados Unidos durante la Guerra Fría– y en 1959 solicitó por primera vez su entrada a la Comunidad Económica Europea, sin éxito. La no integración de Turquía al concierto europeo siempre fue justificada por razones de inestabilidad política o crisis económica. El expresidente francés Valéry Giscard d’Estaing dijo alguna vez al periódico Le Monde: “Turquía jamás podrá pertenecer a la Unión Europea, po, r tener otra cultura, enfoque y modo de vida, su adhesión significaría el fin de Europa. Turquía no es un país europeo”. Sin embargo, hace algunos días, en el auge de la crisis de los refugiados, la Unión Europea pacta un acuerdo con Turquía, justo cuando Erdogan gobierna con una ola de autoritarismo con énfasis en ataques a las guerrillas kurdas, encarcelamiento de periodistas y toma de periódicos por denuncias vinculadas a lavado de dinero y vínculos del servicio secreto turco con el Estado Islámico.

Parece que ya no importa que Ankara presente déficit democrático, retroceso político e institucional, terrorismo y relaciones comerciales dudosas con ISIS, específicamente en relación con la comercialización del petróleo producido en los territorios ocupados por dicho grupo. Además de que Turquía sea uno de los brazos más efectivos de la OTAN en sus guerras alrededor del mundo, todo indica que ahora será transformada en el muro de contención de los refugiados que intenten llegar a Europa –vía Grecia–, millones de ellos desplazados de la OTAN, víctimas de sus guerras inventadas y de su dinámica industria militar. La OTAN es responsable por el 75 % de la venta de armas en el mundo. Además de detener el paso de los migrantes al continente europeo, Turquía también recibiría refugiados devueltos, ahora llamados “migrantes irregulares”, eufemismo utilizado para referirse a los desplazados de la OTAN.

A cambio, recibirá un aporte de 6 mil millones de euros que serán desembolsados a finales de 2018 para atender a los más de 2 millones de refugiados sirios que se encuentran en territorio turco; no se exigirá visa a los turcos para viajar por Europa a partir de junio. En estas condiciones se promoverá la integración de Turquía a la Unión Europea. Expertos afirman que este acuerdo hiere los derechos fundamentales de la Carta de la Unión Europea y se preguntan con qué argumento los 28 países pueden considerar a Turquía un lugar “seguro” para los refugiados.

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