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En su primera rueda de prensa el canciller Carlos Holmes Trujillo reiteró que Colombia dejará Unasur, decisión que había sido anunciada por el gobierno de Juan Manuel Santos en abril de 2018. El canciller explicó que la decisión fue tomada para cumplir “sin vacilaciones con las obligaciones del país con la Carta Democrática Interamericana. Vamos a continuar buscando fortalecer una gran coalición democrática internacional, con el fin de que el hermano pueblo de Venezuela pueda escoger en procesos libres, transparentes y con plenas garantías”. Si bien no era una novedad, pues Brasil, Argentina, Chile, Colombia, Paraguay y Perú ya habían solicitado la suspensión temporal de la Unión de las Naciones Suramericanas (Unasur) “por el estado de anarquía” en que se encontraba la organización y la ausencia de consenso para elegir al nuevo secretario general después del fin del mandato del expresidente Ernesto Samper en 2017, la ratificación del gobierno de Iván Duque no deja de causar desconcierto.
La organización ahora cuenta solamente con Bolivia, Ecuador, Guyana, Surinam, Uruguay y Venezuela. Para nadie es un secreto que Unasur no es ni fue un santo de devoción de los líderes colombianos. Sin embargo, con renuencia, Colombia había vencido los desafectos iniciales, sobre todo aquellos provocados por fuertes críticas al Plan Colombia y por la instalación de siete bases militares de Estados Unidos en territorio colombiano.
Ojalá Colombia, país bisagra y líder en su zona de influencia, revisara el importante rol regional de Unasur en el diálogo político y la preservación de la paz regional, más allá de la estigmatización de los últimos años, provocada en gran medida por la crisis de Venezuela.
En 2008, Unasur detuvo los intentos secesionistas de los prefectos de la denominada Media Luna (Santa Cruz, Tarija, Beni, Pando y Chuquisaca), evitando la ruptura del orden institucional en Bolivia. Durante el golpe de Estado contra el presidente Zelaya en Honduras, en 2009, Unasur defendió la democracia y el orden constitucional en ese país. La mayoría de sus miembros, excepto Perú y Colombia, no reconocieron al gobierno del presidente Porfirio Lobo.
En la crisis entre Colombia y Venezuela en 2010, la actuación de su secretario general, Néstor Kirchner, fue fundamental para la reanudación de las relaciones bilaterales y el establecimiento de mecanismos de cooperación en la frontera, lo que contribuyó en la ruta hacia la paz en Colombia. Además, en este mismo año, Unasur detuvo intentos de golpe de Estado en Ecuador. Si bien los esfuerzos de Unasur no fueron suficientes para detener el juicio político exprés del presidente de Paraguay, Fernando Lugo, en 2012, expulsó a ese país de la organización, hasta que se restauró el orden democrático.
El fortalecimiento de este foro de concertación política debería estar por encima de los matices políticos e ideológicos regionales. El silencio de algunos miembros de Unasur ante Venezuela no debería ser una justificación diplomática para que Colombia ratificara su incomodidad histórica con Unasur.
La salida definitiva de Colombia de esa organización regional, y quizá de otros países, representaría el aplazamiento de la construcción de un espacio político, económico, cultural y de defensa suramericano.
Profesora de la Universidad Externado de Colombia
