En la mayoría de los países de América Latina el Día de la Madre se celebra en el segundo domingo de mayo.
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Este día generalmente está envuelto en compromisos familiares tácitos y en una ola consumista que a veces opaca su real significado. Más allá de las celebraciones, hay mamás mexicanas que no cesan de gritar con la esperanza de que sus hijos algún día contesten o con la exigencia a las autoridades nacionales o internacionales de que no transformen a sus hijos desaparecidos en estadísticas.
Fuentes oficiales indican que la guerra emprendida contra el narcotráfico en México ha dejado un saldo de 26.000 personas desaparecidas en las administraciones del expresidente Felipe Calderón y del actual mandatario Enrique Peña Nieto. El dolor de esas madres acaba de ser retratado en el cortometraje de Alicia Calderón que logra con maestría contar la historia de tres mamás mexicanas que buscan a sus hijos por diferentes caminos en medio de la soledad, totalmente ajenas a cualquier protección del Estado, con el fin de no sepultarlos sin saber exactamente qué pasó con ellos.
La historia de Guadalupe, Natividad y XX retrata el drama vivido por miles de familias mexicanas que perdieron a sus hijos. Esas madres han hecho huelga de hambre, organizaron caravanas a Washington, intentaron contacto con el FBI, hablaron con sicarios y, en una actitud desesperada, buscaron a sus hijos en basureros.
La ambivalencia es que esas mujeres claman por la protección de un Estado que en innumerables circunstancias, por acción o por omisión, estuvo involucrado en esas desapariciones.
La estrategia adoptada por el Estado mexicano en la última década, aplicada también en otras partes de América Latina, ha dejado una sensación de otra guerra perdida y la impotencia de las víctimas revictimizadas, como es el doloroso caso de esas madres.
Esta actitud de Estado inspirada en iniciativas como la Aspan —Alianza para la Seguridad y Prosperidad de América del Norte, establecida entre EE.UU. y Canadá en marzo de 2005— no ha logrado resolver el denominado problema de seguridad de América del Norte. Según el experto mexicano Juan Manuel Sandoval, la Aspan fue el mecanismo mediante el cual se propuso que la seguridad Nacional de EE.UU. fuera prioridad en los tres países y que en México y Canadá se aceptara que el espacio aéreo, los aeropuertos y las fronteras y el mar territorial de América del Norte estuvieran bajo el control de EE.UU., con el pretexto de la guerra contra el terrorismo. La Iniciativa Mérida, como derivación, se puso en marcha con el apoyo de EE.UU., empieza a mostrar los reales intereses detrás de la guerra contra el narcotráfico y el crimen organizado. Se trata de asegurar el control de los recursos estratégicos asociados a la energía a costa del dolor de la población mexicana.
Al margen de los acuerdos de las élites burocráticas de esos países, retumba el grito de las madres mexicanas, con la consigna ampliamente difundida: “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”.
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