Misántropos de la salud

Beatriz Vanegas Athías
26 de septiembre de 2017 - 02:00 a. m.

Si este fuera un país que en su mayoría estuviera habitado por gente menos indolente y más gente decente, ya estaríamos en la calle marchando todos los días, todos los días, contra el sistema perverso de salud que está matando más colombianos que la guerrilla y paramilitares juntos. Temo convertirme en monotemática, pero las cifras de muertes por desatención hospitalaria o procedimientos médicos inadecuados e irresponsables aumentan con el paso de los días.

De acuerdo a El Colombiano: el procurador general de la Nación, Fernando Carrillo Flórez, solicitó a la Superintendencia de Salud que intervenga a la EPS Medimás, tras encontrar anomalías, irregularidades y un registro de 10.000 quejas por incumplimientos en apenas 34 días de funcionamiento. Es necesario recordar entonces que la liquidación de Saludcoop, luego Cafesalud y hoy Medimás, es un asunto kafkiano al decir de Héctor Riveros en La Silla Vacía: “Un tipo que se enriqueció y abusó de la administración de bienes privados y públicos que sin embargo no es llamado por la justicia, una empresa que la gente cree que era del tipo pero que los dueños dicen que es de tres millones quinientas mil personas; millones de usuarios que eran atendidos por una EPS que se ordena liquidar y que como gran vaina serán atendidos por otra que es de propiedad de la liquidada; una defraudación en la que la plata alcanza para pagar a los defraudados, un detrimento que no se sabe si fue de 1,4 billones o 75.000 millones”.

No es de extrañar entonces que los hospitales y clínicas colombianas sean una suerte de campos de concentración a donde van los enfermos engañados a buscar una cura y salen mutilados, deprimidos o muertos. Esto cuando pueden ser atendidos. Porque ni el régimen subsidiado se salva. Coosalud, por ejemplo, tiene convenios con IPS como Gestionar Bienestar de Bucaramanga, que poseen clínicas sin la capacidad para atender cirugías de alto nivel. Y allí están recibiendo esperanzados enfermos que salen muertos o peor de lo que entraron.

En ello hay que pensar ahora que están desesperados los políticos por conseguir votos. En ello deben reflexionar los que quieren reelegir al que diga el senador mafioso que montó la Ley 100, quien con el cinismo de siempre arguye que gracias a él los pobres pueden ir a hospitales y clínicas de calidad. Basta correr el riesgo de estar en la sala de urgencias del Hospital Universitario González Valencia, en donde el intercambio de bacterias es tal que, si usted fue a que le mejoraran una diarrea, puede salir muerto por un masivo ataque de bacterias devastadoras que hacen gárgaras con los antibióticos que le suministran de manera arbitraria los cientos de médicos que lo examinan.

Porque ya no existe el médico tratante que hace un seguimiento serio. Usted, paciente, es un conejillo de indias. Es una muestra de laboratorio para enseñar a los practicantes. Enfermeras y médicos han desarrollado una misantropía que los ha llevado a tal indolencia que el enfermo es un mueble más y los familiares son sometidos a humillaciones y engaños en una nueva forma de hacer la guerra: la misantropía en la salud.

 

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