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Estoy parada en la Séptima con 35, en la acera frente al Parque Nacional con mi cartel de ‘abrazos gratis’. Una mujer me ve de lejos y se ríe, camina hacia mí y me da un abrazo fuerte. Después de unos segundos empieza a llorar, yo también me conmuevo y se me salen las lágrimas.
La escena sale de un ejercicio que estamos haciendo con el Colectivo Vamos, donde ofrecemos abrazos gratis en la calle, o escuchamos a las personas por cinco minutos. El resultado hasta ahora ha sido impresionante y grato: “acabo de salir de un examen y no sabes lo que necesitaba este abrazo”. Lágrimas, sonrisas y buena vibra entre dos extraños que, por un momento, bajan la guardia y tienen un instante de conexión humana.
En una ciudad donde el contacto físico viene de los empujones en el Transmilenio y el SITP, la manoseada y el tocamiento no consentido (la popular ‘tarreada’), o las cosquillas, pero para robarte el celular o la billetera, este ejercicio de dar abrazos gratis y escuchar a extraños sin juzgar es completamente disruptivo. Rompe con la cotidianidad y con las reglas que nos hemos impuesto para vivir en Bogotá: no dar papaya, no confiar en extraños, no bajar la guardia.
Desde que propusimos este reto en el Colectivo Vamos sabíamos que los resultados serían positivos, porque estamos en “el siglo de la soledad”, como lo llama la escritora Noreena Hertz, o en la “sociedad del cansancio”, como la llama Byung-Chul Han.
La soledad está tomando forma de problema de salud pública. El cirujano cardiovascular Vivek Murthy publicó en el 2013 un informe en el cual hizo una analogía que le ha dado la vuelta al mundo: los efectos de la soledad son equivalentes a fumarse 15 cigarrillos al día y aumentan las probabilidades de generar demencia. Vivimos una pandemia de soledad y egoísmo, y necesitamos construir relaciones reales, presenciales y de carne y hueso.
Sólo con el contacto físico y la calidez de la cercanía se puede vencer esta creciente enfermedad. La Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó unas recomendaciones sobre cómo mejorar las posibilidades de supervivencia de los bebés prematuros. En éste, la responsable médica de la salud de los recién nacidos, Karen Edmond, señala que “el primer abrazo con uno de los padres no solo es importante desde el punto de vista emocional, sino que también es absolutamente crítico para mejorar las posibilidades de supervivencia y los resultados de salud de los bebés pequeños y prematuros”.
Esto se debe a que los abrazos elevan la oxitocina -llamada la hormona del amor-, la cual genera sentimientos positivos y de bienestar, al tiempo que disminuye el estrés y la ansiedad.
Por eso no me ha sorprendido que los bogotanos, con su fama de fríos y parcos, hayan sido receptivos en la calle a dar abrazos a extraños: básicamente porque lo necesitamos. La solidaridad es uno de los elementos más importantes para construir sociedades. Somos la especie más abundante en el planeta a pesar de nuestra relativa debilidad física (en comparación con otras especies), porque construimos sociedades sólidas donde los lazos culturales, el trabajo en grupo y el afecto son claves.
El problema es que estamos construyendo la sociedad contemporánea sobre pilares como la individualidad y el egoísmo. Nos segregamos por estratos y clases sociales, por partidos políticos, por gustos y estilos de música. La economía de la individualización nos ofrece productos diseñados para cada persona a través de medios electrónicos, sin interactuar con un vendedor de carne y hueso, al tiempo que usamos aplicaciones para encontrar pareja a nuestra medida y desechamos con un movimiento del dedo al que no nos interesa.
Los ‘abrazos gratis’ demuestran nuestra necesidad innata de conectar con otros -así sea por un momento breve- para crear un lazo efímero de confianza y conexión. Los voluntarios que hemos hecho el ejercicio no estamos para dar consejos ni para pretender solucionarle los problemas a nadie, solo estamos ahí para transmitir empatía con desconocidos por un ratico, para luego seguir con nuestras vidas. Eso sí, un poquito recargados, con mejor ánimo y una ligera esperanza en la humanidad.
Por ahora vamos a seguir este tipo de ejercicios con los compañeros del Colectivo Vamos. Queremos generar confianza entre desconocidos y demostrar que podemos construir una Bogotá más empática y menos agresiva. Si nos ven este domingo 6 de octubre a partir de las 11 a.m. en el parque de los hippies, anímense y denos un abrazo.

Por Blanca Inés Durán
