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Esta palabra se ha convertido en un insulto, o cuando menos un sustantivo lleno de carga negativa. Sin embargo, las inundaciones en Texas demuestran la importancia de tener una burocracia capaz de, entre otras cosas, salvar vidas.
En el imaginario colectivo suenan muy bien los cantos de sirena que llaman a recortar los puestos de “la gente que está en la burocracia, a esa gente que le gustan las migajas”, como lo dice la canción Gimme tha power, de la banda mexicana Molotov.
Sin embargo, la solución no son los recortes a motosierra limpia, como el que está haciendo Javier Milei en Argentina ni Trump en Estados Unidos. Gobernar no es lo mismo que administrar una empresa, y los recortes no son garantía de que el Estado vaya a ser más eficiente.
El más reciente ejemplo de esto son las inundaciones en Texas, donde ya se cuentan más de 130 personas muertas. Gracias al recorte presupuestal y de cargos, ejecutado por el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés), con el multimillonario Elon Musk al frente, el gobierno Trump cortó el presupuesto de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA), e incluso preparaba su eliminación gradual.
Funcionarios de esta Agencia, encargados de atender la emergencia en Texas, denunciaron que las labores de rescate se entorpecieron, ya que la secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, no autorizó los recursos que se necesitaban no sólo para atender la emergencia, sino también para prevenirla.
CNN reportó que “mientras los equipos de rescate de Texas luchaban por salvar vidas, los funcionarios de FEMA se dieron cuenta de que necesitaban la aprobación de Noem antes de enviar esos recursos adicionales. Noem no autorizó el despliegue de los equipos de Búsqueda y Rescate Urbano de FEMA hasta el lunes, más de 72 horas después de que comenzaran las inundaciones, según múltiples fuentes que hablaron con CNN”.
Esta es una muestra de que no se pueden hacer recortes presupuestales y despidos masivos sin una evaluación del impacto que puede tener en la sociedad, que puede incluso costar vidas.
Es cierto que se pueden hacer muchas cosas para que el Estado sea más eficiente, como mejorar el manejo de recursos, realizar una reingeniería institucional, aumentar la transparencia y prevenir la corrupción. Sin embargo, pretender que el Estado se haga más eficiente recortando recursos es como pensar que si un carro se pincha, la solución es botar la llanta.
En Bogotá han venido proponiendo recortes, la propuesta incluye la liquidación del Instituto para la Investigación Educativa y el Desarrollo Pedagógico (Idep), la Agencia Distrital para la Educación Superior (Atenea), la agencia de datos Ágata y el operador público de transporte La Rolita, que se consideran “exceso de burocracia” sin entender que la burocracia es la encargada de administrar la solidaridad ciudadana que permite nuestra supervivencia, no es a punta de egoísmo e individualidad como la especie humana ha logrado existir.
Los policías que proveen seguridad, los bomberos que atienden emergencias, los trabajadores sociales que atienden a las familias y los menores de edad, los profesores, todos son, técnicamente, burócratas. Si queremos que hagan un mejor trabajo, tenemos que pensar en los cambios que debemos hacer dentro del funcionamiento del Estado (es decir, en la burocracia), y no creer que los recortes presupuestales van a solucionar inmediatamente su mal funcionamiento.
