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Al contrario de las narrativas de los partidos de derecha, Colombia mantiene su agenda de reformas sociales.
La semana pasada, con la absolución a Uribe por parte del Tribunal de Bogotá, la derecha tuvo un segundo aire. Los discursos del Centro Democrático fueron altisonantes con respecto a que por fin se hacía justicia e inmediatamente intentaron capitalizar políticamente esta victoria.
Parecía que, con esta derrota judicial (parcial, pues aún le queda un recurso en la Corte Suprema de Justicia), Iván Cepeda llegaba en una posición vulnerable a unas votaciones de consulta interna, enrarecida además por las trabas del Consejo Nacional Electoral y la renuncia de Daniel Quintero.
Sin embargo, los resultados fueron positivos para la izquierda. La consulta sumó más de 2,7 millones de votos, de los cuales 1.533.284 fueron para Iván Cepeda. Esta votación confirma que, al contrario de la narrativa del Centro Democrático y otros partidos de (extrema) derecha, Colombia se rehúsa a devolverle el poder ni a los partidos ni a las oligarquías tradicionales.
Este alto nivel de participación también es un síntoma positivo de la democracia colombiana y de ciudadanos que ejercieron su derecho a elegir. Todo esto hace pensar que la ciudadanía no va a permitir que el péndulo pase de la izquierda a la derecha.
A pesar de que estamos bajo un gobierno poco ejecutivo, que eligió mantenerse en campaña electoral en lugar de gobernar, la agenda reformista se mantiene en el país. Los colombianos no queremos regresar a gobiernos conservadores que, con sus políticas económicas y sociales, incrementaron la desigualdad en el país a través de privilegios para unas pocas familias, mientras la gran mayoría lucha por tener acceso a salud, educación, empleo y movilidad social.
Los resultados, sin embargo, no son decisivos. La consulta confirmó que la izquierda tiene un caudal importante pero no total para elegir a Cepeda como presidente, o para ser mayoría en el Congreso. La izquierda carga el lastre de ser un gobierno caótico, sumido en discusiones retóricas y con poca capacidad ejecutiva para llevar a cabo las reformas que necesita el país.
Es aquí donde hay espacio para el centro, aquel que quiere llevar a cabo la agenda reformista que necesita el país, pero con una verdadera capacidad ejecutiva, que no se quede en discursos y peleas que dividan al país, sino que realmente puedan unirlo y moverse hacia adelante.
Aún quedan cinco meses largos para las elecciones, y la agenda pública seguirá moviendo el ajedrez político del país. Preparémonos para una oleada de mucho ruido, que irá depurando la lista de candidatos.
