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El Proyecto de Ley 111 da vía libre a vehículos con motores eléctricos dentro de la ciclorruta, con lo cual se excluye a los actores viales más vulnerables, como niños y niñas, mujeres y adultos mayores.
Bogotá es la capital de Latinoamérica de la bicicleta, de eso no hay duda. Tiene alrededor de 630 kilómetros de ciclorrutas, que se extienden los domingos y festivos con los 138 kilómetros de ciclovía. Según los datos de la Secretaría de Movilidad, los bogotanos hacemos alrededor de 880 mil viajes diarios en bicicleta, muchos más que Ámsterdam, que tiene un promedio de 665 mil.
Sin embargo, la manera de usar la bicicleta en la ciudad tiene un estilo muy “bogotano”. Circular en la ciclorruta se acerca a un deporte extremo que consiste en esquivar carros y motos que la invaden, peatones que se cruzan desprevenidamente, otros ciclistas que van en contravía, carros de ventas ambulantes y múltiples huecos, escombros y otros obstáculos.
Sí, Bogotá es la capital de la bicicleta, pero está lejos de las imágenes idílicas de Ámsterdam o Copenhague, en la que niños van solos al colegio y hasta el primer ministro va al Parlamento en bici. Moverse en bicicleta en Bogotá demanda atención para no accidentarse e instinto para esquivar a los atracadores. A los ciclistas en Bogotá “les gusta la adrenalina”.
No sorprende entonces que, según estudios como la Encuesta de Movilidad de 2019, la mayoría de los usuarios de ciclorrutas sean hombres (75,2 %). Un análisis de la Universidad de los Andes destaca que “uno de los factores que influye en esta brecha es que las mujeres no se sienten seguras al pedalear en el espacio público y se encuentran vulnerables frente al acoso sexual y los hurtos”. La ciclorruta, tal como está, ya es un entorno que genera barreras.
Y ahora, en lugar de implementar medidas que hagan de la ciclorruta un espacio más amigable e incluyente para todos, el Congreso aprueba una ley que la hará aún más hostil y excluyente. Con la Proyecto de Ley 111, los Vehículos Eléctricos Livianos de Movilidad Personal Urbana (VELMPU), que pueden alcanzar velocidades de hasta 50 km/h, podrán circular sin SOAT ni placa de identificación. En la práctica, esto solo aumentará la percepción de peligrosidad, disuadiendo a las poblaciones más vulnerables de utilizar este valioso medio de transporte y recreación.
La bicicleta es un medio de transporte limpio, incluyente, eficiente y que tiene múltiples beneficios asociados (externalidades positivas, dirían los economistas). Mejora la salud de los ciclistas, lo cual disminuye las presiones en la salud pública, reduce la emisión de gases contaminantes y es silenciosa. Además, sus bajos costos hacen que su uso sea de fácil acceso para una gran parte de la población.
La nueva legislación debería tender a expandir estos beneficios, no a reducirlos, como sí lo hace esta ley, que sin duda está hecha para beneficiar a comercializadores de patinetas y motos eléctricas.
No se trata de prohibir los nuevos medios de transporte que han surgido, y que sin duda benefician a una gran cantidad de ciudadanos, de los cuales muchas son mujeres. Sin embargo, esto no puede ser en detrimento de los espacios que han ganado los ciclistas durante muchos años.
El futuro de la movilidad en Bogotá nos concierne a todos. No permitamos que una ley, impulsada por intereses particulares, menoscabe los avances logrados en el espacio público para los ciclistas y, lo que es más grave, ponga en riesgo la seguridad de los más vulnerables. Es momento de exigir a nuestros congresistas una revisión urgente del Proyecto de Ley 111 para garantizar ciclorrutas seguras e inclusivas. Alcemos la voz y actuemos por una Bogotá más justa y amable para todos sus ciudadanos y ciudadanas.
