La renovación urbana es fundamental para construir un futuro sostenible en las ciudades, pero asegurémonos de que lo que construimos sea mejor de lo que tumbamos.
Bogotá es y será una ciudad siempre en obra. Hoy, en pleno 2024, estamos construyendo las obras que necesitábamos para solucionar los problemas del siglo pasado, como el Metro o las entradas y salidas por el norte, sur y occidente, para conectarnos por fin con el resto del país. Mientras hacemos las obras que necesitábamos hace 50 años, estamos creando hoy problemas que estas obras no podrán solucionar.
Por esta razón, Bogotá siempre será una ciudad en eterna construcción, llena de polisombras, cierres viales, bolardos, maletines anaranjados y cintas amarillas. Entre las discusiones políticas, la dificultad de las obras de ingeniería, el presupuesto y la corrupción, las obras de ahora necesitarán siempre ser reemplazadas o complementadas por las obras del futuro.
Para mí, Bogotá es una ciudad que siempre está cambiando y mezclando cosas nuevas con antiguas. Es como una construcción que nunca termina, donde cada época deja su huella.
En el centro podemos encontrar vestigios de culturas precolombinas, un centro urbano que conserva tanto la arquitectura colonial española como la republicana francesa, y un sinnúmero de construcciones modernas y contemporáneas que abarcan desde el estilo de la Bauhaus de los años sesenta, hasta lo que esté de moda hoy en día en Miami, todo esto a unos pasos de distancia. “Nada en el centro de Bogotá es demasiado viejo ni demasiado nuevo ni demasiado eterno. El centro de Bogotá es”, sentencia Lizeth León Borda, en su hermoso libro Fachadas bogotanas.
Este cambio constante, reflejo de su mezcla, conlleva el riesgo de perder el patrimonio histórico, como sucedió en Medellín o Caracas que acabaron con sus construcciones históricas (lo que les queda hoy es mínimo) en su afán de renovación urbana.
Por esta razón, me preocupa el diseño del edificio que presentó la universidad EAN, que construirá en la calle 72 con novena y que tumbará una casa que, a pesar de múltiples esfuerzos, el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural (IDPC) no la reconoce como patrimonio arquitectónico.
Si bien el gusto es subjetivo, el diseño del nuevo edificio de la universidad EAN en la calle 72 con novena no parece integrarse al entorno ni dialogar con la estética de la ciudad (el lector podrá juzgar aquí si le gusta o no el diseño).
No se trata de elegir entre lo antiguo y lo moderno. Podemos tener una ciudad moderna sin destruir nuestra historia. En este sentido, hay experiencias positivas como la reconstrucción del Edificio Acuña, en la carrera 10 con calle 22.
La renovación urbana es necesaria, especialmente aquella que nos ayuda a corregir los problemas que se crearon con las obras de excesivo concreto y hierro, que casi eliminaron a la naturaleza de la ciudad. Necesitamos renovación urbana con materiales que le devuelvan la capacidad de absorción del agua a los suelos para conservar su ciclo natural, que puedan limpiar el aire de la polución y que le den espacio a la fauna urbana.
Así mismo podemos renovar con un sentido de la historia, de tal manera que los edificios contemporáneos no sean construcciones mediocres que se van a quedar viejas en cuestión de unos años.
Para hablar de estos temas, vamos a hacer una sesión de Pola & Parla en el Irish Pub del barrio Quinta Camacho el próximo 6 de noviembre. Allí conversaremos con David Zuhue y Juan Pablo Sierra, dos jóvenes preocupados por casas como la de la 72 con novena, que no están consideradas como patrimonio cultural y arquitectónico de Bogotá, y que serán tumbadas para dar paso a edificios como el que construirá la EAN.
A todas las personas que les apasionan los temas de Bogotá, los invitamos a esta charla para conversar y que nos compartan sus conocimientos y experiencias sobre la ciudad. Pueden encontrar más información de este Pola & Parla en la cuenta de Instagram del Colectivo Vamos @vamos.colectivo.