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A las disidencias

Brigitte LG Baptiste

17 de febrero de 2022 - 12:30 a. m.

Hace unas semanas, Juan Armando Sánchez, reconocido biólogo marino y profe universitario, publicó un libro maravilloso acerca de la dependencia que los seres humanos tenemos de la biodiversidad. En poco menos de 160 páginas y 30 de referencias para quien quiera ampliar su conocimiento, dice, en bonito, lo que todas las ciencias ya saben acerca de los demás seres vivos con los que compartimos el mundo: que, sin ellos, estamos fritos.

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He escuchado, en contravía, que la orden militar de las llamadas “Disidencias” de las antiguas Farc es “deforestar, deforestar y deforestar”, sin siquiera consideración de las poblaciones indígenas locales, muchos menos de las áreas protegidas o la institucionalidad ambiental; obvio, son “el enemigo”. Entiendo que su percepción es que hay demasiada selva tapando la tierra que se debe usar para producir plata, sea en forma de coca para cocaína o de vacas para el mercado internacional, o recomprada para obras del mismo Estado, que cada vez las pagaría mejor. Entiendo que esgrimen desafiantes su poderío ante una sociedad que dice estar interesada en la Amazonia desde Bogotá, pero poco ha hecho para utilizarla para el bien común y prefiere ignorar la eventual creación de un Estado independiente en la región, financiado por el narcotráfico, aparentemente popular, y entiendo que les sepan a mierda todos los gobiernos, la cooperación internacional, la academia, la ciencia, el ecoturismo y, por supuesto, los micos y las matas, que ni siquiera se comen.

Como el libro del profe es pura palabra, imagino que también les sabrá a mierda, pero igual se los recomiendo. Igual, leído o no, si siguen tumbando la selva, no habrá ninguna diferencia: así nos están volviendo. Porque de los bosques en pie de la Amazonia depende la supervivencia de la humanidad y, emputados o no, ustedes hacen parte de ella. No sé si están interesados en entenderlo, pero sin selva, el suelo que creen que va a producir coca y carne se va a volver mierda, incluso durante sus vidas. Desaparecerá el agua. Como no han visto que haya pasado, dirán que hablo pura mierda, pero yo sé que ustedes saben, porque las vacas del piedemonte cada vez rinden menos (y eso que allá el suelo es mejorcito), y ven el suelo roto y han visto cómo se secan más largo los caños en verano. Y por eso toca abrir más monte. Supongo que creen que nunca se acaba o que uno con plata se va a otro país donde nunca escasee la comida, y resulta que no, que todo el mundo la está luchando.

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Tumbar el monte y quemarlo es un acto de guerra suicida, les aseguro. Todos esos cómplices y patrocinadores que tienen no les pueden garantizar nada con sus inversiones multimillonarias, porque ese dinero se vuelve humo, es una gran estafa. No les van a comprar ni siquiera los lotes que están regalando hoy en Nukak (los de los indios, sí), porque no habrá nadie para comprarlos, nadie para vivir en ellos, ni siquiera ustedes que tal vez se hayan hecho dueños y señores... de nada. Porque la Amazonia sin selva se convierte en desierto, y si eso pasa, el mundo colapsa. Ni guerra queda. Si han visto fotos del Sahara en África, recuerden que eso ya pasó y está pasando por el calentamiento, y pueden decir con razón que no tienen la culpa, que es de nosotros adictos al petróleo, que podemos seguir comiendo de eso. Pero da lo mismo: ustedes, más malos o más buenos que nosotros, están igual de jodidos. A menos que paren.

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* ¿Por qué dependemos de la biodiversidad? Ed. Uniandes-Intermedio, 2021.

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