La planeación, esa endeble herramienta con la que la racionalidad humana pretende domesticar la incertidumbre, se traduce, en la práctica, a la capacidad de hilvanar eventos sucesivos, a menudo hasta llegar a una meta imaginada. Ocasionalmente, como en las obras de infraestructura, podemos plasmar esa meta en una maqueta, pero la mayor parte no: enamorar a una persona que nos gusta puede ser el mayor desafío, pero no hay “render” que valga para guiar las acciones de quien no entiende los grados de libertad del escenario que enfrenta. En un sistema político que originalmente proviene de la planificación de la siembra de maíz, un...
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